Los países más ricos del mundo son países envejecidos, lo cual tiene cierta lógica: en los países pobres o en conflicto es difícil llegar a viejo. Así que resituemos el problema, es bueno tener muchos mayores entre nosotros; el problema real es que no nacen suficientes niños, pero ese es otro problema.
Varias regiones españolas, norteñas y bizarras, como Asturias o Castilla y León, acumulan personas mayores -uno de cada cuatro habitantes- porque nuestra esperanza de vida es una de las más altas de Europa y del mundo. En general y como país tenemos a casi diez millones de personas cobrando una pensión de la Seguridad Social (gran parte de ellas, pensiones de jubilación). Sus ingresos les hacen estar lejos del riesgo de pobreza y los convierten en consumidores potenciales y de interés para las empresas. De ahí que cada vez hablemos más de la economía de la longevidad o silver economy: un mundo de servicios sobre el que cada vez escuchará más, caro lector.
Cada vez hablamos más de la economía de la longevidad o 'silver economy'
Estos cambios demográficos impactan en las políticas públicas, diseñadas hace más de cuarenta años, cuando éramos un país joven, y se benefician también de la tormenta perfecta que está cambiando la economía con la transformación digital: un hardware cada vez más barato sumado a un software cada vez más sofisticado y accesible. España está por lo tanto en una situación envidiable para liderar este ecosistema, ayudando a construir un mundo en el que los mayores siguen en su casa con la ayuda de una tecnología accesible -altavoces inteligentes para hacer la compra en la tienda del barrio, sensores en la cama conectados con el centro de salud, medidores de consumo luz conectados al cuidador- y gracias a ella siguen en contacto con los suyos, mientras disfrutan de una alta calidad de vida.
La semana pasada reflexionaban sobre esto en Zamora, -dónde iba a ser, si allí hay muchos pueblos en los que el más joven tiene setenta años-, y sobre las posibilidades de mercado que se crean a nivel mundial. Allí se anunciaba la posibilidad de albergar un Hub Europeo de Innovación Digital sobre la materia que utilice a Castilla y León como laboratorio de innovación y buenas prácticas en la industria del envejecimiento. Las posibilidades de generar una industria sobre este tipo de servicios en un mundo "viejo como la orilla /del río" que decía Claudio Rodríguez, nos ofrecen una hermosa paradoja: ¿y si la joven y dinámica economía del futuro se modelara desde lugares envejecidos y llenos de pasado?
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