La celebración nacional de hoy, 12 de octubre, en el Paseo de la Castellana, quedó muy digna y muy decorosa. Y muy tradicional también. Estuvieron, como siempre, los Reyes, el gobierno (esta vez fueron todos los ministros de Podemos), las autoridades, los dos mil y pico soldados, los vehículos. Los aviones que llevaban varios días ensayando y que hacían que los madrileños levantasen la cabeza hacia el cielo, por el ruido. La cabra de la Legión, que este año se llamaba Puzzle. Y los insultadores.
Es algo que comienza a ser entrañable, como las navidades en familia o el cumpleaños de la abuela. Hay un grupo de gente que acude al desfile para insultar al presidente del Gobierno, sea quien sea y haya hecho lo que haya hecho. Sánchez, dimisión. Sánchez, okupa. Sánchez, parásito. Fuera Sánchez. Antes de Sánchez fue Rajoy quien recibió (aunque un poco menos) los tradicionales insultos. Y antes de Rajoy, Zapatero: ahí empezó esta costumbre tan curiosa. Los 'voceones' nunca son muchos pero se hacen oír. Para eso van.
Este año hubo algo cómico: los gritones se equivocaron de coche y empezaron a lanzar sus habituales improperios a los escoltas de Felipe VI, que ni les miraban. Cuando se dieron cuenta del error, callaron, tragaron saliva, esperaron al vehículo correcto y volvieron a empezar, con los bríos de siempre, prietas las filas, recias, marciales.
Por supuesto, tienen también derecho a creerse (aunque solo se lo crean ellos) que el desfile del 12 de octubre es una fiesta “suya” y de nadie más
Por supuesto, tienen derecho a hacerlo: libertad de expresión se llama eso. Por supuesto, tienen también derecho a creerse (aunque solo se lo crean ellos) que el desfile del 12 de octubre es una fiesta “suya” y de nadie más, como el 20-N y, antes, el 18 de julio. Y hay que soportar que la engorrinen cada año, comportándose como si una celebración institucional y común a todos los ciudadanos fuese un mitin de su gente o una verbena. Pero también las verbenas son una tradición...
La pregunta es sencilla: ¿Para qué lo harán? Los imagino una hora más tarde, de cañas por ahí, satisfechos: “Buena le ha caído este año al tipo, ¿eh?” “Sí, sí. Le hemos puesto en su sitio. Y al siguiente que venga, igual. Que no se diga. Oye, chaval, pon aquí unas gambas”.
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