Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Lo que Rafa nos da

Rafa, te miramos.
Rafa, te miramos. Sigue así.
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Rafa, te miramos.

Lo que Rafa nos da es una colleja. Rafa nos da un modelo de ser inimitable, virtuoso de lo suyo y, además, buen tipo y trabajador. Hay una retórica insoportable en torno a Rafa. Creo que al mismo Rafa y a su tío les da bastante vergüenza cuando escuchan esta tormenta eléctrica de halagos. Rafa no es un chico normal que bajó del andamio y cogió la raqueta. Rafa no viene de Operación Triunfo y no va a Eurovisión a retozar en una mediocridad inculta pagada con la ignorancia del respetable. Rafa es un proyecto vital consagrado a una causa desde muy pequeño.

"Lo que Rafa nos da es un baño de realidad, una borrachera colectiva de empatía"

Lo que Rafa nos da es un baño de realidad, una borrachera colectiva de empatía, un subidón de azúcar en las palabras y, quizá, algo de inspiración que nos puede servir en un pequeño porcentaje para quemar la semana siguiente, como esos conferenciantes que repiten lo mismo hoy en Murcia y mañana en Salamanca y te animan unas horas. Quizá hoy, todavía a alguno le dure la magia. Vamos, Rafa. Haz tú lo que a mí no me apetece. Es duro admitirlo, pero es así: Rafa puede ser inspiración, pero casi nadie lo quiere como ejemplo vital. Lo ha dicho el tío de Rafa en un artículo reciente.

Rafa nos da un espejo y lo que vemos es un país que hace lo que puede, que se levanta tarde, desayuna, sale a tomar el vermú, come y se alegra con el éxito de uno que está más de cinco horas en la otra parte del mundo dejándose la piel en lo suyo. El espejo refleja a una mayoría de gente que no está dispuesta a una centésima parte del esfuerzo que hace Rafa. Nos gusta aclamar al campeón y comentarlo con la familia. Una semana de subidón y a volver a la mediocridad.

En general, las chicas nos cuentan Cenicienta y los chicos representan Superman. Mirad cómo lo hace, cómo salva un gato en un árbol. El deporte es, cada vez más, el reducto de la meritocracia. El que gana, avanza. El que pierde, se queda, con sus frustraciones y sus demonios.  No hay suplementos legales para la vitamina del fracaso en esta disciplina. Hay otra cosa que tiene Rafa y que muchos de los otros no tenemos la suerte o la desgracia de tener: una vocación profesional marcada. Eso está bien, pero  te obliga a perderte muchas otras cosas en el divertido camino del ensayo-error.

Esperemos que el tenista español nos siga alegrando la vida y que podamos vivir sus aventuras como si leyéramos la novela con más gancho del mundo. Podemos ser Rafa mientras vemos el partido. Después, en el día a día, la cosa está más complicada porque el precio es muy caro. Mañana se cumple una semana de la hazaña y todavía podemos ver gente que habla de Rafa en sus perfiles de redes sociales. ¿Cuántas veces han hecho la risa nuestros políticos durante esta semana de un modo u otro? Vaya circo llevamos. Necesitamos que Rafa gane otra vez para volver el lunes inspirados a trabajar. Qué vida esta.

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