Liliana Marcos Barba Responsable de políticas públicas y desigualdad de Oxfam Intermón
OPINIÓN

Ante la Covid, con una mano delante y otra detrás

Policías y funcionarios de salud realizan aplican de prevención por el coronavirus COVID-19 a bolivianos procedentes de los países vecinos, en la Villa Suramericana en Cochabamba (Bolivia).
Policías y funcionarios de salud realizan aplican de prevención por el coronavirus COVID-19 a bolivianos procedentes de los países vecinos, en la Villa Suramericana en Cochabamba (Bolivia).
JORGE ABREGO / EFE
Policías y funcionarios de salud realizan aplican de prevención por el coronavirus COVID-19 a bolivianos procedentes de los países vecinos, en la Villa Suramericana en Cochabamba (Bolivia).

Nuestras vidas serían distintas si no tuviéramos la certeza de que bajo nuestros pies hay una red que nos protege de las caídas; que convierte en meros tropiezos –más o menos serios– lo que de otro modo sería despeñarse por un barranco. 

Sin prestación por desempleo, pensiones u otras transferencias del sistema público de protección social, en nuestras vidas habría mucho más miedo y nuestras sociedades serían más desiguales. ¿Qué hubiera sido de nosotros si la Covid hubiera llegado y nos hubiéramos tenido que enfrentar a ella solas? ¿Sin un Estado del bienestar que, pese a sus limitaciones, nos alejara del precipicio. Eso es lo que Oxfam ha intentado contestar al analizar la respuesta en protección social a la Covid de 126 países en desarrollo.

Pese al esfuerzo mostrado por llegar a más hogares con esquemas de protección social, más de 2.700 millones de personas no han accedido a ninguna ayuda pública. Ocho de cada 10 países no han logrado proteger de la falta de ingresos ni a la mitad de su población, uno de cada tres estados ni al 10%. El 41% de las ayudas otorgadas han sido de pago único; transferencias que se hicieron hace meses. El dinero se acabó, la crisis continúa y millones de familias se enfrentan a la pandemia con una mano delante y otra detrás.

Esta sería una más de las historias de escaseces que se cuentan de países pobres si no fuera porque hay excepciones que nos aseguran que es posible hacer más. Países como Sudáfrica o Bolivia han sabido proteger mejor a su población porque partían de sistemas de protección social más fuertes. Pero, además, nos recuerda, tanto allí como aquí, que somos vulnerables y que es en la comunidad donde radica nuestra fortaleza. Nosotros que lo tenemos deberíamos recordar más a menudo que sin nuestro Estado del bienestar estaríamos solas ante la tormenta.

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