Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La felicitación navideña de Antena 3 que esconde el truco de la tele generalista

El roscón de Pablo de Pasapalabra
El roscón de Pablo de Pasapalabra
Atresmedia
El roscón de Pablo de Pasapalabra

Antena 3 ha lanzado un spot navideño. Pero, esta vez, no se ha quedado en los tópicos de pastorcillos, copos de nieve y regalos con lacito y ha optado por una metafórica casa a la que va llegando gente a tutiplén. A la pregunta de "¿se puede venir?", suena el timbre y van apareciendo por la puerta de este cálido hogar todo tipo de personas que representan una diversidad social. El atino del anuncio está en que incorpora cameos que despiertan la atención del espectador y hasta logran extraer cierta sonrisa cómplice del giro inesperado. Por ahí aparece la credibilidad consistente de Matías Prats, un puñado de seguidores de Instagram que no quitan la vista del móvil, los señores que están detrás de la escritora Carmen "¡Mola!" o al que siempre le toca el premio en el roscón (véase Pablo de 'Pasapalabra', recalcando en el anuncio la imagen de mayor éxito del canal). Personalidades para todos los gustos. O incluso disgustos, como suelen ser las celebraciones en estas entrañables fiestas en las que nos juntamos con los que nos caen bien y, a veces, menos bien. "¡Mola!"

Incluso por esa puerta aparece el alcalde de Vigo, el de verdad, rodeado de sus millones de luces (led) e inaugurando la Navidad mundial. "¡Merry chistmas and a happy new year!" (a que lo habéis leído con su voz, ¿eh?). Un buen punto contar con Abel Caballero, pues el regidor de la ciudad del Dinoseto ya es todo un personaje -casi de cómic- y su cameo, encima, descentraliza mirada de un Madrid que no representa a la pluralidad de España. Madrid es la capital de España, pero Madrid no es España. Por mucho que se diga. Y la tele de hoy debe mirar todos los acentos, los obvios y los menos obvios. Es lo relevante de esta promoción: juega con lo patente y con lo latente, con la gran popularidad y con ciertas ironías entre líneas que transforman lo que podría ser una felicitación navideña en una postal recordable. Porque tiene mensaje que no es vacío, atesora chicha bajo el eslogan de: "Se puede venir todo el mundo".

Con este reclamo, a simple vista, el spot incide en diversidad. Pero, además, este "se puede venir todo el mundo" esconde el viejo truco de la televisión generalista clásica para liderar en audiencias: unir a la sociedad con contenidos que no sean excluyentes, que sumen sensibilidades y no resten. Un camino en el que deben indagar las cadenas no temáticas. Y lo deben hacer sin pausa. Porque en este recorrido nunca se llega a una meta. Porque la sociedad no deja de avanzar. Tanto que, a veces, los canales de televisión se quedan por detrás de las inquietudes de su gran audiencia potencial que, en este caso, somos todos los españoles. Eso no significa que haya que buscar caer bien a todo el mundo. Al contrario, eso sería un fracaso. Significa, como acariciaba Miguel Gila, no cesar en intentar entender al público, su inteligencia, su travesura, su corrosión y todo lo vitalmente cotidiano que compartes con él. Sin pretender tutelarlo. Sólo inspirarlo.

Ahí estriba uno de los problemas actuales de Telecinco. La cadena principal de Mediaset tiene una audiencia muy fiel, pero ha consolidado una imagen pública de contenidos basados en el reclamo de la polémica exagerada. Ahora, el canal no se observa como zona segura para una parte de la audiencia, menos aún si tienen hijos pequeños por casa. Entonces, no quieren ningún sobresalto en la pantalla. De ahí que para intentar subir la media de share en momentos de flojera sea un error acudir al lado más sórdido del sensacionalismo, como ha sucedido la semana pasada rescatando forzadamente el caso de Mario Biondo. Podrá interesar a un público que ya está fijo en la emisora, pero el canal por ahí no rompe su techo de fieles y aleja a esas otras audiencias que son las que pueden hacer crecer al canal. Perfiles de público que, ahora, buscan otros alicientes a la hora de entretenerse en televisión. Telecinco tiene una brillante diversidad de presentadores, pero ha perdido diversidad de géneros y estéticas escénicas en su parrilla. Todo parece un reality show de encierro en un momento en el que queremos escapar de la claustrofobia de lo confinado. Es más, empezamos a ser inmunes al grito fácil en televisión porque ya se le ve todas las fisuras. Así que habrá que volver al origen: al color de la creatividad más ingenua, que será lo más osado en este tiempo de tácticas y algoritmos que nos está tocando vivir.

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