Quizás el indulto a los presos del 'procés' logre la desinflamación de Cataluña. Quizás rompa el relato victimista que pregonan en Europa los independentistas. Y quizás abra un escenario de negociación real que nos permita pasar página. Pero, por ahora, estos tres quizás pertenecen al ámbito del pensamiento mágico. No hay razones para pensar ni en la desinflamación, ni en el fin de un victimismo que está en el ADN independentista ni, por supuesto, en una negociación que supere aquello que no hay que superar, que es el respeto al Estado de derecho y a las leyes que rigen nuestra convivencia, entre ellas, a la Constitución.

El Gobierno tiene derecho a pensar que con los indultos se da un paso adelante en la solución del problema político enquistado en Sant Jaume y alrededores. Pero también es consciente de que le costará imponer su versión, incluso aunque la derecha le eche una mano reeditando las fotos más aguerridas de la plaza de Colón.

A Sánchez le ha fallado el SEO político. Ha buscado que las palabras clave de su discurso sean la concordia y el diálogo y se ha encontrado con que los españoles no le han comprado que el cumplimiento de la ley sea lo propio de la gente que es vengativa.

¿Será tal vez porque Sánchez defiende exactamente lo contrario de lo que afirmaba hace solo un par de años...?

¿Será tal vez porque Sánchez defiende exactamente lo contrario de lo que afirmaba hace solo un par de años, porque la estabilidad de su gobierno depende de los votos de quienes quiere indultar y porque los futuros indultados le están avisando una y otra vez de que volverán a hacerlo?

Al presidente no se le podrá negar nunca ni su audacia ni su determinación. Pero cuesta pensar que saldrá indemne de este órdago, por mucho que las elecciones más próximas estén todavía tan lejanas. Veremos.