Juan Carlos Blanco Periodista y consultor de comunicación
OPINIÓN

Confesiones de un tertuliano de verano

Personas pasean por la calle Major de Lleida.
Personas pasean por la calle Major de Lleida.
ACN
Personas pasean por la calle Major de Lleida.

Como buen tertuliano, soy capaz de opinar de casi todo lo que me pongan por delante. Lo mismo te explico con la vehemencia de un iluminado cómo se debe abordar la quinta ola de la pandemia que te reflexiono sobre la financiación de las comunidades autónomas o sobre por qué ha ganado Olga y no Melisa o Lola la última edición de 'Supervivientes'. Así de ecléctico y arrojado que es uno.

Pero hasta los tertulianos que navegamos de micrófono en micrófono tenemos nuestros talones de Aquiles. Y el mío es de los que saltan a la vista y de los que me hacen sentir un síndrome del impostor que pareciera que soy el hermano mayor del pequeño Nicolás.

No tengo ni la menor idea de por qué tenemos el precio de la luz a un par de escalones de la estratosfera. Mi mente no está preparada para un desafío intelectual de semejante envergadura

Lo confieso ya. No tengo ni la menor idea de por qué tenemos el precio de la luz a un par de escalones de la estratosfera. Mi mente no está preparada para un desafío intelectual de semejante envergadura. Puedo destripar, simplificar y explicar asuntos de una cierta complejidad, pero no tengo las neuronas necesarias para entender el recibo del consumo eléctrico en España. Y lo peor es que sigo sin enterarme después de haberme leído unos doscientos artículos sobre el asunto.

Si lo consigo, les prometo que en septiembre se los explico. No me falten, que paso lista. Hasta entonces, buen verano… y no piensen en el precio de la luz

Puedo salvarme con unos cuantos lugares comunes y un chorrito de frases demagógicas que nacen y mueren en Twitter, pero lo mío es puro teatro. Y solo me consuela saber que la mayoría de los españoles está tan in albis como yo. Pero como mal de muchos es consuelo de tertuliano, este verano me he impuesto deberes: igual que otros se aventuran en novelas de mil páginas que nunca acabarán, yo me comprometo a enterarme de por qué demonios pagamos lo que pagamos por la luz. Si lo consigo, les prometo que en septiembre se lo explico. No me falten, que paso lista. Hasta entonces, buen verano… y no piensen en el precio de la luz.

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