Joan Ferran Historiador y articulista
OPINIÓN

Sant Antoni como síntoma

Supermanzana de Sant Antoni, en el Eixample de Barcelona
Supermanzana de Sant Antoni, en el Eixample de Barcelona
AJUNTAMENT DE BARCELONA
Supermanzana de Sant Antoni, en el Eixample de Barcelona

Creo que se equivocan aquellos que piensan que las ciudades son tan solo asfalto, coches y bloques de pisos. También considero que yerran aquellos otros que viven empeñados en ruralizar las urbes, negándoles su milenaria esencia comercial y relacional. 

Me atrevería a decir que nuestras ciudades, las mediterráneas aún más, son una especie de ecosistema dinámico en busca del equilibrio. En ellas, con el paso de los siglos, cada cosa ha encontrado su razón de ser, su utilidad. 

Jaume Sisa retrató musicalmente la capital catalana y nos ha dejado escrito que, para bien y para mal, en el fondo Barcelona es una postal. Una bella postal que puede deteriorarse si los gestores de lo público no se esfuerzan en calibrar los efectos colaterales de las decisiones políticas. 

Se habla mucho de implantar supermanzanas en el Eixample sin que, previamente, se haya estudiado la repercusión social y económica de tales medidas. Entidades y asociaciones de comerciantes de Sant Antoni han alertado sobre el descenso de la actividad comercial de la zona tras la remodelación del barrio. Aducen padecer problemas de movilidad, de carga y descarga, limpieza, seguridad, deterioro de las zonas ajardinadas y un largo etcétera. 

Confieso que me encanta pasear por el entorno del Mercat de Sant Antoni, tanto como me disgustan la aparición de especies invasoras en sus calles. Las hay en forma de ratas y las hay en forma de rateros y descuideros. En Sant Antoni ha sonado la señal de alarma. ¿Servirá?

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