Jesús Morales Director adjunto de '20minutos'
OPINIÓN

El precio de gestionar mal una crisis

Egea y Casado
Teodoro García-Egea y Pablo Casado
EFE / Archivo
Egea y Casado

El escándalo saltó hace menos de una semana y los encargados primero de promoverlo y después de intentar sofocarlo -Pablo Casado y Teodoro García Egea- no han sido capaces de superarlo. En el caso del primero, por no haberse desprendido antes de su número dos. En el caso del segundo, por tardar seis días en reconocer un error (al final hizo este martes por la noche, en la Sexta) y por haber dedicado su gestión a desestabilizar las estructuras provinciales del PP para que dejasen de ser fieles a sus partidos regionales y sirviesen solo a la dirección nacional. Esa jugada de, por ejemplo, imponer al presidente de Andalucía, Juanma Moreno, quién debía ser el líder del PP de Sevilla o sale muy bien o sale muy mal. Y claramente les ha salido muy mal.

Veamos por qué lo que ha sucedido entre el miércoles por la noche de hace una semana y ayer es el ejemplo de cómo gestionar con el peor resultado posible una crisis política. 

Todo empezó el miércoles por la noche, con la publicación por parte de El Mundo y de que una persona de extrema confianza del secretario general del PP, entonces Teodoro García Egea, había intentado que un detective espiase a la presidenta de Madrid. Ese espionaje era de una anomalía tan evidente que la mayoría de los barones tardaron pocas horas en marcar posición: exigieron a Casado el cese de las hostilidades contra Ayuso y la dimisión inmediata de Egea. Pablo Casado, entonces aún líder incuestionado del PP rechazó el planteamiento de sus presidentes regionales y les ignoró. Con todo respeto a la vida orgánica de los partidos, Casado igual tenía la fuerza para ignorar lo que pensase un barón regional que no fuese presidente autonómico, pero no puede ponerse en contra a los presidentes de Galicia, Madrid y Andalucía y pensar que seguir hostigando a uno de ellos -y además con pruebas erróneas- no iba a tener consecuencias. Todo porque Casado no quería prescindir de su número 2 y escudero. El tiempo ha demostrado que fue un error y ahora toca pagar esa factura

A Pablo Casado el tiempo se le acabó en el momento que permitió que llegase el domingo y miles de manifestantes acudiesen al a sede del PP sin él haber cedido aún la pieza que le reclamaban. El retraso en soltar el lastre que le suponía Egea ha dejado a un presidente del PP ya ahogado, sin aparente aire con el que recuperarse. Todo habría cambiado para Casado si en vez de forzar la dimisión de su secretario general el pasado martes, lo hubiese hecho la semana pasada. El PP, -como refleja la encuesta de 20minutos– queda muy tocado, pero todavía no hundido.

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