Iñaki Ortega Doctor en economía en la Universidad en internet UNIR y LLYC
OPINIÓN

Hasta aquí hemos llegado

Un hombre de negocios camina entre la multitud.
Un hombre de negocios camina entre la multitud.
Frédéric Cirou / GTRES
Un hombre de negocios camina entre la multitud.

La noticia saltó a la opinión pública esta semana. Un grupo de jóvenes analistas del banco americano Goldman Sachs había demandado a su empleador por largas jornadas laborales de hasta 95 horas semanales. Todos los días, incluidos viernes y domingos, salían de la oficina más allá de la medianoche. Históricamente los jóvenes más brillantes tras estudiar en las mejores universidades comienzan su carrera profesional en este tipo de entidades: grandes consultoras o banca privada. Era y sigue siendo el primer escalón hacia el éxito, pero a cambio –como si vendieran su alma al diablo– tienen que soportar dos o tres años de jornadas interminables, presión salvaje por los resultados y niveles de desempeño más que exigentes.

Bajo la supervisión de profesionales del sector ‘dopados’ por estratosféricas nóminas que se multiplican en función de los éxitos anuales, aprenden que la mera presencialidad y la total disponibilidad es tan importante como su capacitación. Tres generaciones llevan soportando esta presión sin aparentes quejas, de hecho, pasan los años y los directivos que en su día fueron analistas de primer año explotados, acaban por reproducir esos mismos hábitos.

"En el teletrabajo y Zoom está una de las más potentes explotaciones contemporáneas"

De vez en cuando aparece un renglón torcido, nos escandalizamos, pero pronto se olvida y todo vuelve a ser igual. En 2013, en Londres, un becario de Bank of America con 21 años perdió la vida tras trabajar 72 horas sin descanso. Clientes exigentes, directivos implacables, jóvenes hipermotivados e incentivos económicos desorbitados han persistido hasta nuestros días. Este modelo de negocio enfermizo no se ha debilitado por la Covid-19 sino al contrario, ya que las peores perspectivas para el empleo juvenil han cebado la competencia entre los recién egresados por llegar a estas posiciones.

Pero detrás de esos jóvenes de Nueva York que han documentado las enfermizas prácticas laborales de la banca de inversión no solo está su valentía, sino una irreverencia que caracteriza a la generación nacida a partir de 1994. La conocida como generación Z (porque son el grupo etario posterior a los millennials o generación Y) es la primera generación en la historia que se ha educado y socializado con internet en sus casas. Algo más de ocho millones de jóvenes en España y 2.000 millones de personas en el mundo que han forjado su personalidad con acceso libre de modo inmediato a un conocimiento casi infinito. Precisamente por eso los Z son irreverentes por naturaleza y se lo cuestionan todo. El mayor reto que tienen las empresas y las universidades es saber escucharlos. Un directivo no los escuchó y hoy, gracias a Twitter pero también al Financial Times, este banco de inversión tiene un problema. "Hasta aquí hemos llegado", han gritado esos brillantes jóvenes desde sus oficinas en Manhattan.

Pero esto no ha hecho más que empezar y como ha recordado el filósofo coreano Byung-Chul Han, en el teletrabajo y Zoom está una de las más potentes explotaciones contemporáneas. Esa es la siguiente batalla de los Z. Al tiempo.

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