Fernando Baeta Subdirector del área editorial de Medios de Henneo
OPINIÓN

Engullidos

Ómicron obliga a Defensa a mantener activa la misión de rastreadores militares
Ómicron obliga a Defensa a mantener activa la misión de rastreadores militares
Europa Press
Ómicron obliga a Defensa a mantener activa la misión de rastreadores militares

Los números siguen golpeando fuerte. Caen a plomo diluyendo nuestra falsa felicidad, nuestra normalidad acartonada. Las cifras, que ya son apabullantes, empiezan a tenernos en prisión preventiva. Estamos a la espera de ser engullidos lentamente con la única duda de saber si será hoy o mañana. Estamos condenados, lo sabemos y tan solo aspiramos a que la pena no sea capital. Esta sexta ola ha normalizado lo inevitable: que no hay manera de esquivar a este enemigo cada vez más visible y tangible que inexorablemente nos va a alcanzar, probablemente entre las últimas compras de Reyes Magos y las rebajas del mes de enero.

Todos vamos a caer en manos de ómicron o de la siguiente cepa de la que todavía no sabemos su nombre. Y si entretanto caen a diario 20, 30 o 40 pues mala suerte. Es el precio que hay que pagar ¿no? Y cuando esto sucede, simplemente andamos de puntillas sorteando los cadáveres para no pisarlos y continuar nuestro camino. Porque en esa fase estamos, en la de seguir adelante, en la de tratar de sobrevivir en la cotidianidad sin demasiados dramatismos, sin aspavientos, tratando simplemente de camuflarnos para que ese premio gordo que deambula por ahí no se agarre como una rémora a nuestra mala sombra.

Somos como esos pollos a los que les cortan la cabeza y siguen andando como si nada, desnortados pero en línea recta. Nosotros hace tiempo que perdimos la cabeza, que caminamos a ciegas porque no queremos mirar atrás, porque cuando lo hagamos nos daremos cuenta que no llevamos nada sobre los hombros, que rebotamos en las esquinas, que damos tumbos, que caminamos vacíos, que estamos a la altura de esta época que nos toca vivir donde nuestra necedad congénita confirma lo que ya dejó escrito Quevedo: que todos los que parecen necios lo son, y además también lo son la mitad de los que no lo parecen.

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