La Unión Europea como todas las instituciones y personas necesita hacerse una revisión. Lo hemos comprobado durante las lentas negociaciones para ayudar a los países más afectados por la Covid-19: hay aspectos de la Organización que necesitan ser analizados y quizás sometidos a alguna modificación en sus estructuras y mayores exigencias del compromiso que tienen asumidos sus miembros actuales y futuros
El problema del reparto y las condiciones para la concesión de los fondos para la recuperación al final se resolvió satisfactoriamente: es una prueba de que mal que bien sigue la UE funcionando y, sobre todo, que sigue siendo fundamental para el futuro de Europa. Hay quienes se quejan de algunos aspectos y quienes se muestran decepcionados con algunas decisiones que se adoptan u otras que se quedan en el camino. Es lógica la diferencia de opiniones.
Pero también hay países y personas, sobre todo entre los últimos en ser incorporados, que no aceptan los principios básicos que rigen en la Unión, los que garantizan su continuidad, su eficacia a pesar de la arena que meten en los cojinetes, y que mirando hacia atrás comprobamos su eficacia en la búsqueda de la paz. Es sin duda su mayor éxito.
Europa fue durante muchos siglos un escenario permanente de guerras y conflictos.
Desde que se creó lo que hoy es la Unión Europea, Europa se olvidó de guerras de muchos años, o de las grandes contiendas mundiales, para convertirse en el continente de la paz. Sólo con esa aportación ya merecería mayor atención y respeto a sus principios. Y más en unos momentos como los actuales que luchamos contra el enemigo común de una pandemia y estamos entrando en una nueva guerra fría.
Por eso parece imprescindible que los miembros discutan democráticamente las decisiones, pero cuando se adopten acuerdos los acaten y cumplan. En este sentido se impone un mayor rigor contra las exigencias y actitudes de seguir actuando por su cuenta contra el criterio y la estrategia común —como viene ocurriendo con Hungría, Polonia o etapas de líderes como Salvini cuando estaba en el poder— se impone una mayor disciplina.
Pertenecer a la Unión Europea no obliga a nadie. Quien no esté de acuerdo con sus principios o sus condiciones puede abandonarla. Es lo que acaba de hacer el Reino Unido, que se hallaba a disgusto y decidió volver a su estatus anterior. Igual que los miembros pueden abandonar, también la Organización partiendo de todas las garantías, debería poder suspender temporalmente o expulsar a los prefieran no tener dependencias.
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