Los hospitales se ponen al límite, las comunidades autónomas llevan al límite las restricciones y los ciudadanos, su capacidad de civismo y de resistencia. Pero no se ve que se ponga al máximo el engranaje de la vacunación, y otra vez ha aflorado la descoordinación con las comunidades, que se ha traducido en un brote de confusión, mala imagen y dimisiones. Las nuevas limitaciones son imprescindibles, pero si se aplican aisladamente, no surtirán todo el efecto posible.
OPINIÓN25.01.2021 - 07:08h
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