Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El fin de 'Late Motiv' de Buenafuente: cuando sabes que a un show le quedan dos 'telediarios'

Andreu Buenafuente esta semana en Late Motiv
Andreu Buenafuente esta semana en Late Motiv
Movistar Plus
Andreu Buenafuente esta semana en Late Motiv

Son los últimos días de 'Late Motiv'. El próximo día 23 su telón rojo bicolor y su brillante suelo negro se desmontará de los Estudios de Movistar Plus. Mientras tanto, el programa intenta aguantar el tipo y ejercer su show de comedia, música y conversación con el calor habitual. Las buenas historias hay que acabarlas en alto. Andreu Buenafuente lo sabe desde hace décadas, desde su radio en una azotea. Y este late show a la americana ha sido una buena y necesaria historia, un oasis de creatividad honesta en la pantalla de hoy. Así que toca finiquitarlo con la apoteosis que merece. 

Porque en cualquier programa de televisión no sólo es relevante el comienzo -para enganchar al espectador desde el primer minuto- también es vital cuidar el colofón en la cotidianidad del día a día para que la audiencia sepa que debe quedarse hasta el final en una época de tantas armas de despiste masivo. 

Y ya si el final es definitivo... entonces, el público necesita despedirse literalmente de su programa. Mejor aún si el último minuto queda en el recuerdo para siempre porque aporta: quizá un aprendizaje práctico, quizá la experiencia de la emoción, quizá la celebración de la imprevisible ilusión. Y celebrar nunca es desestimable. Es necesario para prosperar. De hecho, 'Late Motiv' ha sido una celebración de la cultura televisiva. Sí, 'Late Motiv' ha representado la cultura televisiva de la que venimos y que no podemos perder: en su forma de iluminar, en su forma de realizar, en su forma de atrezar, en su forma de escuchar, en su forma de romper, en su forma de crear, en su forma de macharse.

Cuando un espacio tan marcado por su autoría y con una audiencia tan fiel anuncia su final con semanas de antelación se genera una percepción distinta a otros formatos televisivos que terminan. Desde hace días, ver el programa de Movistar y El Terrat es sentir una especie de melancolía en riguroso tiempo presente. La energía de 'Late Motiv' se vive distinta, pues todo suena a final. Incluso, tal vez, un final en la manera de realizar un tipo de televisión. Esa televisión que acaricia el detalle del matiz en la época en la que nos gana la exaltación de la simplificación.

"Ni siquiera los aplausos suenan igual. Aunque aún todo aparente seguir igual".

Como consecuencia, se produce un curioso fenómeno: el chimpún de 'Late motiv' ya no sólo depende de lo que hagan o no los guionistas del programa. El propio espectador ha cimentado tal vínculo con su cita con Buenafuente que ya se está despidiendo en la forma en la que ve el espectáculo. Es fácil sentir cómo el plató se está vaciando poco a poco. Ni siquiera los aplausos suenan igual. Aunque aún todo aparente seguir igual. Así es la comedia cuando construye un todopoderoso lazo de sensible y honesta complicidad con su público. Es imposible ocultar esa energía del nostálgico sentimiento de que algo que has logrado disfrutar se está acabando. Aunque todavía no se haya acabado. 

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