Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Reivindicación laboral

Un hombre estresado en su puesto de trabajo.
Un hombre estresado en su puesto de trabajo.
GTRES
Un hombre estresado en su puesto de trabajo.

Millones y millones de personas en todo el mundo reivindican trabajo para poder comer. La ley bíblica de ganarse el pan con su sudor de la frente muchos no es que no la quieran cumplir, que también hay alguno, pero la mayoría es que no la pueden cumplir. Claro que hay casos para todo y mientras unos no consiguen trabajo, a otros les desborda.

Es el caso de los miles de empleados de Goldman Sachs, el gigante norteamericano de los manejos financieros. Mientras sus homólogos en Europa trabajan 40 horas semanales y demandan menos, ellos doblan la cifra hasta 95 horas semanales. Todos saben que quejarse es feo, pero el cuerpo obliga.

"Entre los desplazamientos en ciudades como Nueva York y un tiempo fugaz para comer, les quedan 5 horas para dormir"

Por eso un grupo de los trabajadores más jóvenes se han arriesgado a presentar una petición colectiva para que se les reduzcan las jornadas, sábados incluidos, a… ¡80 horas semanales! La propuesta está bien razonada, pero no parece que esté siendo bien recibida. Algunos jefazos exclaman “¿a dónde vamos a parar?”.

Los interesados alegan que, entre los desplazamientos en ciudades como Nueva York y un tiempo fugaz para comer, apenas les quedan cinco horas para dormir. Nada de vida familiar ni de tomarse unos minutos para jugar con los niños e interesarse por sus estudios. El ritmo de las exigencias laborales además es trepidante.

Algunos sufren enfermedades propias del estrés que les han obligado a ingresar en clínicas siquiátricas de las que no han salido. Varios han fallecido como consecuencia del agotamiento. Al exceso de horas de presencia en los despachos se une la tensión que requiere mover millones como fichas de dominó.

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