Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Goodbye, Mr. Trump; Welcome, Mr. Biden

Joe Biden y Kamala Harris juran su cargo ante el Capitolio
Joe Biden y Kamala Harris juran su cargo ante el Capitolio
Europa Press
Joe Biden y Kamala Harris juran su cargo ante el Capitolio

En pocos minutos ha cambiado la suerte de los norteamericanos e indirectamente de una buena parte de ciudadanos del mundo. La pesadilla que durante cuatro años justos generó la presencia de Donald Trump en la Presidencia de los Estados Unidos se transformó en un despertar alegre y optimista con la llegada a la Casa Blanca –símbolo de la cumbre del poder– de Joe Biden.

El relevo, tradicionalmente espectacular, quizás fue el menos brillante de la historia de los relevos presidenciales, pero no por eso menos trascendente. En escasas horas, la política norteamericana ha dado un vuelco sin precedente. Bastó escuchar el tono conciliador, llamando permanentemente a la unidad, y compararlo con los gritos exacerbados de su predecesor, en momentos similares: "¡América, primero!”

De Trump, que ni siquiera tuvo la elegancia de asistir a la ceremonia de la transmisión de poderes, queda un mal recuerdo, salvo para sus exaltados seguidores. Su prepotencia y desprecio a los demás dividió a la sociedad norteamericana cuando más necesario era el esfuerzo común contra el gran enemigo de la pandemia. Al principio desdeñó su gravedad y deja como legado cuatrocientos mil muertos, millones de desempleados y una economía en crisis.

Biden ha anticipado, siempre de forma calmada y tranquilizadora, que hay que cambiar muchas cosas. En definitiva, recuperar la normalidad perdida. Ese es su empeño, repitió en su discurso, y lo demostró nada más poner los pies en el Despacho Oval como Presidente: esta misma tarde firmará quince Órdenes Ejecutivas (Decretos) para revertir cuanto antes otras tantas medidas de Trump que discriminan y lesionan los derechos de los ciudadanos.

Joe Biden ha anticipado, siempre de forma calmada y tranquilizadora, que 
hay que cambiar muchas cosas

Algunas devolverán a los Estados Unidos a compartir poder con la solidaridad internacional, como la reincorporación a la Organización Mundial de la Salud y a su lucha contra la pandemia o los acuerdos de París para combatir ese problema de nuestro tiempo que no se puede aplazar: la defensa del medio ambiente y el problema del cambio climático.

Para los norteamericanos tanto sus palabras como sus decisiones son un motivo de tranquilidad ante el futuro: la ampliación de la seguridad social (que tanto se está haciendo notar ante la Covid-19), una estrategia distinta ante la emigración con la normalización de once millones de emigrantes que trabajan en el país en la precariedad permanente, y la orden simbólica de detener la construcción del muro de separación con México.

Habrá que esperar para ver, pero de partida suena bien. No le resultará fácil al nuevo presidente: hereda una situación caótica y explosiva. Encontrará muchas resistencias por parte de quienes ven lastrados sus privilegios mientras en el ambiente subyace la preocupación que despierta un Trump furioso, vengativo, rebosante de odio, que sigue convencido de que él ganó las elecciones.

Cuando de madrugada abandonó en solitario la Casa Blanca, se despidió ante los periodistas que tanto le repugnan, con una frase -evocando seguramente el intento de asalto al Capitolio unos días atrás-, más bien una amenaza, que no pasará inadvertida: "Este movimiento no ha hecho más que empezar".

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