Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Aburrimiento olímpico

El público, fuera del estadio, pudo disfrutar de los impresionantes fuegos artificiales que daban comienzo a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Tokio.
El público, fuera del estadio, pudo disfrutar de los impresionantes fuegos artificiales que daban comienzo a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Tokio.
El público, fuera del estadio, pudo disfrutar de los impresionantes fuegos artificiales que daban comienzo a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Tokio.

Ni siquiera unos Juegos Olímpicos, con toda la parafernalia y color que exhiben, están logrando sacarnos este verano del sopor y desánimo que viene generando la pandemia. Hemos asistido a una inauguración en Tokio que no es por nada, pero si algo nos auguraba era dos semanas de aburrimiento viendo caer las medallas.

Los colegas deportivos, que son infatigables e imaginativos, se las vieron y desearon el viernes para mantener la atención de muchos de los habituales de este tipo de acontecimientos. Los japoneses, que ya es sabido que no son la alegría de la huerta, volcaron sus resortes tecnológicos y hasta humorísticos para amenizar el acto con buena voluntad, pero un éxito comedido.

Sin público, con un año de retraso y las dudas hasta el último momento sobre su celebración, la ceremonia del encendido del fuego olímpico del 2020 estimulaba aún más que el propio calor estival a dormir la siesta. Habrá que esperar a ver si las competiciones más populares y los representantes españoles en sus especialidades logran despertar el interés de los aficionados: el del público en general se da por bastante perdido.

Hemos escuchado muchas veces que la pandemia de Covid-19 que sufrimos no se limita a millones de muertos y de sobrevivientes con lesiones físicas, por no hablar de la crisis económica. Hasta el deporte se resiente viendo los estadios vacíos y el mercado de futbolistas, tan propio de la estación previa a la temporada, paralizado. El nunca bastante vituperado virus no deja tregua para disfrutar de los pequeños placeres que ofrece la vida. Por el contrario, no se priva de cualquier posibilidad de causar daño.

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