Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Collins: el astronauta olvidado

Tripulación del Apolo 11, primera en llegar a la superficie de la Luna
Tripulación del Apolo 11, primera en llegar a la superficie de la Luna
NASA
Tripulación del Apolo 11, primera en llegar a la superficie de la Luna

Muchos millones de personas aún recuerdan la emoción con que el mundo contempló el momento en que un ser humano pisaba por vez primera la luna. Entre los tres astronautas norteamericanos que llevaron a cabo esta proeza histórica, Michael Collins, que acaba de morir a los noventa años, es el que ha permanecido más olvidado desde aquel 20 de julio de 1969.

Aunque hizo dos viajes espaciales alrededor del satélite, cuyas fases aún deslumbran en los atardeceres y ha hecho soñar tanto a todas las generaciones, fue el único que no pisó el suelo lunar. Esto le restó popularidad, aunque hay que apresurarse a añadir que su carácter reservado y tímido siempre evitó la vanidad de sus compañeros, Neil Amstrong y Edwin Aldrin.

Por eso se le inmortalizó como el astronauta olvidado. Su intervención desde el módulo de mando del Apolo XI fue fundamental para el éxito de la operación. Mientras sus compañeros aparecían en las televisiones de los cinco continentes levantando los brazos del triunfo sobre el suelo inédito, él permanecía oculto tras los mandos de la nave.

En esos interminables momentos fue el hombre más solitario de la historia. Allí permaneció durante varias horas, sin concesión alguna al sueño, pendiente de los complejos instrumentos de navegación y datos que garantizaban la seguridad de la nave. Fueron muchas horas cruciales que no le proporcionaron tanta admiración universal, pero si el reconocimiento unánime de su capacidad, inteligencia y dominio de la responsabilidad que asumía.

A él nunca le preocupó ser el más desconocido y el menos homenajeado. Siempre se resistió a promocionar su recuerdo. Murió de un cáncer que sobrellevó con una tranquilidad admirable. La misma que le permitió contemplar durante horas y horas la superficie del planeta que habitamos en su globalidad . Su orgullo era haber sido el ser humano que mejor contempló la tierra en toda su amplitud y diversidad.

Y siempre reconoció que la encontró maravillosa. Por eso, en estos momentos en que tanto se amenaza el futuro del planeta, ha expresado que quien pueda contemplarlo tanto como él, nunca podrá causarle deterioro alguno. Fue su testamento para que las nuevas y futuras generaciones se esfuercen por conservarla en toda su grandeza y belleza.

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