Hace apenas tres meses dábamos por muerto al plástico de un solo uso y ahora somos nosotros los muertos, pero de miedo, ante esta terrible pandemia que ha justificado el regreso masivo de los desechables. Antes rechazábamos todo lo que viniera superenvasado y ahora lo buscamos ansiosos pues confiamos en su estricto control sanitario. 

Hasta que no llegue la vacuna (ojalá muy pronto), las manos desnudas, los productos a granel, los mercados y puestos callejeros, los envases reutilizables, todos esos pequeños cambios que estábamos adoptando hacia un consumo más sostenible y respetuoso con la maltrecha naturaleza se van a ver seriamente perjudicados.

El reciclaje de envases de usar y tirar, y por lo tanto su consumo, ha aumentado un 15% en España durante nuestro confinamiento, según estadísticas de Ecoembes, mientras que el gasto de papel y cartón ha descendido. También ha caído el de vidrio, pues aunque bebamos más vino y cerveza en las viviendas, el cierre de bares ha reducido a la mínima expresión el consumo de botellines.

Ese plástico que tanto nos horroriza ver ensuciando los entornos más queridos está llegando en forma de sucia avalancha de guantes, blíster, envoltorios varios. Más peligroso es tocar un carro del supermercado, pero pocos van ahora con su carrito y sus bolsas de tela que podríamos lavar fácilmente en casa.

La guerra contra el plástico será larga y la de ahora es tan solo una lógica batalla perdida, pero no nos olvidemos de su reciclaje. Salvo en el caso de mascarillas y guantes de látex que, algunos parecen desconocerlo, jamás van al contenedor amarillo y hay que tirar al contenedor gris de lo no reciclable. Para el resto, por favor, recuperemos el civismo. l