OPINIÓN

La risa de las golondrinas

Golondrina
Golondrinas.
JAVIER MILLA/ SEO/BIRDLIFE
Golondrina

Poco a poco, las golondrinas han ido llegando a nuestras ciudades después de meterse entre pechuga y ala los más de 3.000 kilómetros que separan sus zonas de invierno, en el África central, con sus lugares de cría en España, ese garaje abandonado del barrio, por poner un ejemplo. Su canto como de cotilleo de patio de vecinos se llama trisar y seguramente esconde mensajes imposibles de descifrar para nosotros, pero sencillamente domésticos del tipo: "¿Has visto a Paco? No lo veo desde el mes pasado en esa plantación de cacao de Costa de Marfil". O también: "Aquí cada día hay más contaminación y menos mosquitos, así no hay quien viva".

Si tienen memoria, que seguro que la tienen, también me imagino a las golondrinas asombradas, comparando el comienzo de la primavera de este año con la del anterior. ¿Qué habrá ocurrido –se preguntarán– para que en marzo pasado no se viera por las calles ni a los humanos ni a sus ruidosos coches, y este marzo vuelvan a llenarlo y ensuciarlo todo? ¿A dónde se habían ido?

Explícales a las golondrinas que estábamos confinados en las casas, aterrorizados por una pandemia que nos estaba diezmando casi tanto como a ellas les matan nuestros pesticidas, que el virus nos sigue matando ahora, pero hemos decidido que vale, seis meses encerrados aguantamos, pero más no, que lo primero es la economía y eso de la salud tampoco es tan importante, pues al final de algo hay que morir, y mejor que casquen los débiles, pura selección natural, a que se empobrezcan los ricos.

¿Escuchas de nuevo su triseo? No están comentando nada. Se ríen de nosotros. No paran de repetir eso que tanto cantan los pájaros cuando vuelan por encima de nuestras cabezas: "Están locos estos humanos".

Mostrar comentarios

Códigos Descuento