Gitanillas y geranios están considerados los reyes de los patios andaluces, en estas fechas más hermosos que nunca. Los de Córdoba son desde 2012 merecido Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, aunque existan pocas cosas más materiales y tangibles en la Humanidad que esos oasis de frescor y flores. Tengo que hablarlo un día con Juan Luis Arsuaga, pero estoy convencido de que, en nuestra más remota infancia paleolítica, allá en la cueva, ya teníamos plantas adornando las frías paredes que nos alegraran la vida. En las actuales cuevas habitacionales del siglo XXI, mucho más feas y aisladas que las prehistóricas, seguimos añadiendo vida verde en forma de macetas floridas porque necesitamos mantener el contacto con nuestro entorno natural. Nos hacen sentir mejor.

"La presencia de plantas en los hogares influyó positivamente en nuestro bienestar emocional en el confinamiento"

Un reciente estudio internacional, coordinado desde la Universidad de Sevilla, ha confirmado que la presencia de plantas en los hogares influyó positivamente en nuestro bienestar emocional durante el confinamiento. En los pisos sin algo verde que echarse a la vista se pasó el encierro especialmente mal. Quedó así demostrado, por si había alguna duda, que el contacto con las plantas ayuda a reducir emociones tan negativas como la ira, el miedo o el estrés.

Muchos les hablan y cantan a esas plantas domésticas tan queridas. ¿Crecen así mejor? Los diferentes estudios científicos han demostrado que no, aunque quizá sí. Me explico. Las plantas son sordas, pero a esas a las que hablamos con cariño las visitamos con más frecuencia y las cuidamos mejor; ahí está el secreto.

En realidad, y esto sí que es maravilloso, son ellas las que nos cuidan. Porque como bien sabe cualquiera que tenga macetas en casa, la sonrisa de un geranio es milagrosa.