OPINIÓN

A nadie le gusta trabajar (no así)

Una trabajadora en su puesto de trabajo en una oficina.
Una trabajadora en su puesto de trabajo en una oficina.
EUROPA PRESS - Archivo
Una trabajadora en su puesto de trabajo en una oficina.

Demasiado cortas, agotadoras, un no parar. Pasada la emoción por coger vacaciones, ahora nos toca lidiar con el estrés de regresar al trabajo (quienes tienen trabajo, que desgraciadamente no son todos), la temida depresión postvacacional. La razón es evidente: a nadie le gusta trabajar.

¿A nadie? La vuelta a la ‘normalidad laboral’ puede ser fantástica si se hace en un entorno favorable y tenemos un trabajo creativo, bien pagado y poco exigente, pero no conozco a nadie que disfrute de tal paraíso, si es que existe.

La culpa la tiene esa autoexplotación de la que habla el filósofo coreano Byung-Chul Han, la búsqueda despiadada del triunfo que maquillamos con la excusa de "sentirnos realizados". Es esa necesidad artificial de comprar todo, acumular tantas cosas para luego acabar tirando otras tantas que ya no nos sirven, que ya no nos gustan, y para las que hace falta trabajar mucho, aguantar y pelear mucho, pues el consumo, tanto de bienes como de ocio, es un monstruo insaciable que siempre nos pide más. ¿De verdad en esto consiste la felicidad?

Otro pensador, el psicólogo y Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, nos señala dos maneras muy diferentes de afrontar la existencia: ser feliz "en tu vida" o ser feliz "con tu vida". Parecen lo mismo, pero tienen su miga. La primera se basa en recordar los momentos felices, mientras que la segunda hace un balance de la suma de todos esos instantes. Yo me quedo con la segunda, con ese sabor agradable de haber aprovechado bien el tiempo. Después de estas vacaciones tan extrañas, creo que deberíamos pensar más en disfrutar de una buena vida que en acumular momentos fugaces de la vida que van quedando muy atrás en las historias de Instagram.

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