OPINIÓN

Los bichos son unos sinvergüenzas

Una pareja de perdices pasea junto a la valla exterior de la morgue habilitada por la Comunidad de Madrid en la Ciudad de Justicia durante la crisis del coronavirus.
Una pareja de perdices pasea junto a la valla exterior de la morgue habilitada por la Comunidad de Madrid en la Ciudad de Justicia durante la crisis del coronavirus.
Chema Moya / EFE
Una pareja de perdices pasea junto a la valla exterior de la morgue habilitada por la Comunidad de Madrid en la Ciudad de Justicia durante la crisis del coronavirus.

Corzos paseándose por el acueducto de Segovia y las calles de Valladolid, jabalíes hozando en parques del centro de Madrid y Barcelona, incluso pumas correteando por las aceras de Santiago de Chile. ¿Y qué me dices de los pájaros? Parece que cada día hay más en las ciudades, cantan más y lo hacen más fuerte que nunca. La naturaleza ha reconquistado los espacios urbanos que hemos dejado vacíos por el coronavirus. ¿Tan pronto se ha olvidado de nosotros?

No es una cuestión de olvido, sino de oportunidades. Durante siglos las ciudades fueron territorio prohibido para muchos animales. Lugares ruidosos, agresivos, peligrosos, donde igual te atropellaban que te intoxicaban. Y de repente hemos vaciado las calles. Pero nuestras nutritivas basuras y suculentos céspedes siguen allí, cual deliciosa tentación para los ejemplares más audaces.

"Los animales disfrutarán sin estorbos de los gozos del celo y el sexo; nosotros hemos perdido incluso las citas de Tinder"

Tampoco es que ahora haya más pájaros y canten más fuerte. Básicamente son los mismos, los de siempre. Solo que nos fijamos más en ellos. Y los escuchamos más claramente al no haber todos esos ruidos desagradables propios de la gran urbe. Más de uno acaba de descubrir que en su calle hay mirlos, tórtolas y gorriones. Y vecinos.

Pero también tienes razón. Los bichos son unos sinvergüenzas. Un virus microscópico ha logrado cambiar las tornas y somos ahora nosotros los enjaulados y ellos los que vienen curiosos a vernos. ¿Se reirán de este terrible encierro global? Me temo que ni eso. Para ellos nuestra menor presencia es una bendición. Esta primavera nadie les molesta. Nadie los espanta de sus nidos ni los persigue. Disfrutarán sin estorbos de los gozos del celo y el sexo mientras nosotros, pobres urbanos confinados, hemos perdido incluso las citas de Tinder.

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