Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Madrid y su leyenda negra

Imagen de archivo de la Puerta de Alcalá.
Imagen de archivo de la Puerta de Alcalá.
CEDIDA - Archivo
Imagen de archivo de la Puerta de Alcalá.

Culpar a Madrid hasta del mal tiempo es un tic periférico al que estamos acostumbrados los que aquí habitamos. Es obvio que las continuas increpaciones y referencias negativas que la capital soporta suelen ser por identificar al territorio y a sus pobladores con las instituciones del Estado que acogen, pero lo que al final queda en el imaginario público es que los madrileños somos siempre los malos de la película. 

Un sambenito infundado cuando casi el 70% de los empadronados en Madrid proceden de otras regiones, en primera o segunda generación, y, cuando es, con diferencia, la comunidad autónoma que más aporta a la solidaridad entre regiones.

El tono de esa inquina ha subido desde Cataluña varios grados ante los datos macro que constatan el empuje de la economía madrileña y su ascenso a la primera posición en el ranking de productividad nacional. La Comunidad de Madrid, con casi un millón menos de habitantes que Cataluña, ha superado su PIB en 2.000 millones y la trayectoria es similar en materia de creación de empleo.

Lo que los gráficos constatan es que, gracias al turismo y al tirón de sus exportaciones, Cataluña supo al principio recuperarse de la crisis a un ritmo muy superior a la media nacional destacando como el principal motor de la economía española, y que así fue hasta el 2017, en que arreció el procés

Entonces cayeron las inversiones, huyeron miles de empresas y afectó al comercio internacional, al turismo y al modelo productivo del sector del automóvil. Nada de eso ocurrió en Madrid ni Madrid tuvo culpa de ello.

La patronal catalana, en su afán por nadar y guardar la ropa, ha preferido buscar fuera de su región la causa de los males económicos que aquejan a la suya para no enfadar a los separatistas. Y ahí vuelve estar Madrid con sus ventajas fiscales como el coco de todos sus padeceres; la presidenta Díaz Ayuso lo llama "leyenda negra".

Cuando habló de paraíso fiscal, le faltó decir, "pongamos que hablo de Madrid"

En la reunión de Barcelona que Pedro Sánchez mantuvo en la sede de Fomento del Trabajo, su presidente, Josep Sánchez Llibre, además de mayores inversiones, pidió una armonización de la fiscalidad de las autonomías para evitar, manifestó, "paraísos fiscales dentro del Estado español". Solo le faltó decir, "pongamos que hablo de Madrid".

El término «paraíso» solo cabría emplearlo si Madrid gozara de un estatus que le permitiera unas rebajas fiscales que el resto de las comunidades no pudieran aplicar, pero no es el caso. Todos los gobiernos –con la excepción del País Vasco y Navarra– tienen la misma capacidad de maniobra, y quien quiera armonizar con Madrid puede poner sus esquemas impositivos al mismo nivel cuando quiera, y algunos, incluso, han empezado a hacerlo.

Es evidente que la llamada "armonización" constituiría una merma notable en el nivel de autogobierno de los Ejecutivos autonómicos, y el hecho de que lo reclamen precisamente desde la región de España que mayores cotas de autogestión e independencia demanda resulta cuanto menos hipócrita.

Tanto las políticas liberalizadoras como la laxitud fiscal del Gobierno de Madrid pueden ser discutibles y, de hecho, son discutidas políticamente en el seno de la propia Comunidad Autónoma, pero nunca su autonomía para aplicarlas. Ese margen de maniobra lo ampara la Carta Magna y no ha de haber leyenda negra que pueda con él.

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