OPINIÓN

Vacuna con cuentagotas

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Una imagen de archivo de una de las vacunas contra el coronavirus.
JUNTA
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La inmunización contra la Covid-19 no solo es esencial para proteger a la población y combatir la brutal recesión económica que nos azota, sino que constituye un magnífico antídoto para apuntalar una UE diezmada tras el brexit y que, en demasiadas ocasiones, ha sido cuestionada por su lentitud burocrática.

Tras asumir una compra de vacunas que es vital para los Estados miembros, la Unión Eurpea tiene la oportunidad de demostrar que la unión hace la fuerza en este mundo globalizado, en el que la balanza de las grandes potencias se está inclinando hacia el este y en el que se está librando una dura batalla para el acopio de vacunas en un mercado escaso, en detrimento -por desgracia- de los más débiles.

En este contexto se la juega Europa, que tiene ahora la oportunidad de demostrar al Reino Unido que su marcha de esta comunidad internacional fue un craso error. De momento, la cosa no pinta bien: la UE ha comenzado a vacunar tres semanas después que el país vecino, que en proporción ha recibido mayor número de dosis. Sin embargo, la carrera no ha hecho más que empezar.

No hay nada más vital que la vacunación: cada 24 horas de retraso suponen, solo en España, 400 muertes

Extrapolándolo al terreno español, mientras Israel tiene previsto culminar el proceso de vacunación antes de abril, en España las previsiones pasan por la inmunización del 70% de la población a finales de verano, mientras estamos a vueltas con las elecciones catalanas. Ya empresarios como Escarrer (Meliá) han advertido de que si se quiere un mínimo de normalidad en la época estival se deberían vacunar 300.000 personas diarias. De momento, no llegamos a las 20.000 personas inmunizadas con la segunda dosis.

Una de las máximas que se suelen seguir para aumentar la productividad en cualquier ámbito de la vida se basa en la denominada "matriz de Eisenhower", expresidente de EE UU, militar y un gran estratega, que vino a decir que había dos tipos de asuntos, los urgentes y los importantes, que rara vez ambos confluían, pero que, en caso de concurrir, deberían de constituir una prioridad absoluta. Y ahí se enmarca la vacunación. No hay nada más vital: cada 24 horas de retraso suponen, solo en España, 400 muertes.

Regresando a la UE, aquí mientras nos enzarzamos con los contratos, plazos y demás burocracia para seguir un plan de vacunación, más hacia el este, las principales potencias se están posicionando en la lucha contra el virus, conscientes de que se juegan no solo su prestigio, sino su hegemonía. Si Eisenhower levantara la cabeza.

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