Borja Terán Periodista
OPINIÓN

4 trucos rápidos para mejorar un mensaje real en prime time (y cualquier discurso en la era del multi-impacto audiovisual)

Felipe VI, durante su mensaje de Navidad de este 2021
Felipe VI, durante su mensaje de Navidad de este 2021
TVE
Felipe VI, durante su mensaje de Navidad de este 2021

Empiezan a quedar lejos aquellos tiempos en los que se esperaba con expectación ver el discurso navideño del Rey por televisión. La audiencia está envuelta en tantos impactos audiovisuales que conecta con más interés con un mensaje de estas características si contiene información de trepidante 'última hora' o una comunicación de calado que afecte directamente en el día a día. El público siente que se las sabe todas al vivir envuelto en tanto flujo constante de mensajes en redes sociales, aplicaciones de móviles y medios tradicionales, que tienen el deber de digerir tal caudal informativo. Ante tal panorama, surge un problema: tenemos menos paciencia para escuchar. Incluso al Jefe de Estado, cuando se emite su discurso de Nochebuena en las principales cadenas de televisión. ¿Cómo mejorar el rendimiento de un mensaje de cualquier tipo en el actual prime time? Para que funcione en la pantalla de hoy se necesitan combinar, al menos, cuatro técnicas narrativas.

1. CONCRECIÓN. No contar en 15 minutos lo que se puede narrar en 5 minutos. La concisión es clave. Los circunloquios si no tienen un objetivo narrativo contundente propician la desconexión del espectador.

2. PRACTICIDAD. Es crucial poner ejemplos claros sobre los asuntos que se tratan. Mejor si se aportan propuestas que son útiles para la audiencia. Entonces el público se identifica con la situación. Hay que perder miedo a la palabra anécdota, bien utilizada es vital en la comunicación pequeña o grande. El buen mensaje oficial es el que es empático porque habla desde la seguridad de la vivencia. La generosidad a la hora compartir experiencias y aprendizajes reales, aunque sean muy medidos, permiten que sea más entendible y recordable la oratoria. La teoría es abstracta, se puede recalcar aprendizajes que se transforman en herramientas útiles para el propio espectador. 

3. ESCENOGRAFÍA REAL. El buen decorado es el que no parece un decorado. Felipe VI intentó hace unos años realizar sus discursos navideños desde el Salón del Trono del Palacio Real. Fue criticado por ostentoso en tiempos de crisis. Se entendió mal, probablemente, en esta época de incendios y polémicas en redes sociales. Pero a nivel de estrategia de comunicación era un camino interesante este de cambiar la ubicación del mensaje navideño y visibilizar lugares de Patrimonio Nacional. Porque un Jefe de Estado no es lo mismo que un presidente del Gobierno. Y hay que marcar esa distinción. La mejor escenografía es una realidad representativa de lo que se pretende reivindicar en la alocución. Se puede incluso salir a la calle.

4. REALIZACIÓN CON MOVIMIENTO. El tradicional mensaje del 24 de diciembre es muy estático y mantiene desde antaño un cambio de cámara que es antinatural. En épocas en los que el espectador cuenta con tantos choques audiovisuales con un sólo clic en su móvil, se empieza a quedar atrás este giro de cabeza tan artificial para seguir mirando a la ciudadanía cuando se pincha otra cámara. Esto sólo potencia la percepción de rigidez del mensaje. Más aún en esta era en la que el público está acostumbrado a consumir vídeos en directo, sin cortes, en movimiento y hasta multipantalla. El mejor discurso es el que se observa sin edición y en el que incluso las cámaras pueden tener cierta acción para aumentar el ritmo de plano y que la retransmisión contenga más apasionada viveza. Hasta se podría dar un giro y emitirse con la energía del riguroso directo.

PUNTO EXTRA. OLVIDAR LA INTENSIDAD DE LAS REDES SOCIALES. Nos hemos acostumbrado a la gresca que magnifican las redes sociales. Muchas veces influyen hasta a la oratoria oficial. Pero la figura del Jefe de Estado debe centrarse en el compromiso con la estabilidad de un país. Ahí Felipe VI marca con seguridad su papel como referente social que debe unir, sin que le afecten los dimes y diretes de la efervescente teatralidad política. Y eso, en los tiempos que corren, es un valor que hay que saber leer con la mirada amplia. Porque nos estamos acostumbrando al titular grandilocuente, instantáneo y apasionado pero hay que fomentar mensajes que sean puntos de encuentro y diálogos de concordia. Necesario para el porvenir del país.

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