"Admiro a Einstein porque no quería parecer un genio"

Después de triunfar en el mundo de la moda, el diseñador gallego afincado en la capital se entrega con pasión a su nuevo reto: los vinos Terra do Gargalo.
Roberto Verino.
Roberto Verino.
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Roberto Verino.

Nacido hace unos sesenta años en Verín (Orense) como Manuel Roberto Mariño, convirtió en apellido su lugar de nacimiento, como los artesanos del Medievo.

El modisto admite que su manía más acusada es la formalidad, ser responsable de lo que promete; y su peor defecto, la desconfianza, precaución desarrollada por su "sistema inmunológico" para sobrevivir en un mundo tan adulador como el de la moda.

¿Recuerda al niño que fue?

Sí. No soy tan mayor.

¿Y su mejor recuerdo?

Los días felices en París. Como decía Albert Camus, «era pobre, pero era joven».

¿Qué hombre querría llegar a ser?

Estoy contento con el que soy. Pero le puedo decir, con toda tranquilidad, que en mi profesión admiro a Giorgio Armani, y fuera de ella a Albert Eisntein,  porque siendo un genio no se empeñaba en aparentarlo.

¿Cree como Eurípides que donde hay vino hay amor?

Creo que donde hay un buen vino, suele haber calidad de vida. Y ésta es una excepcional compañera de viaje de todas las formas de amor.

Convénzame en diez palabras para probar sus vinos.

Cinco palabras para el blanco: «es uno de los mejores de España». Y cinco para el tinto: «es el mejor de Galicia». Y puedo demostrarle las dos cosas cuando usted quiera.

Vino y moda apelan a nuestros. ¿Qué tendría que hacer para llegar a rozar los suyos?

Soy especialmente sensible a la belleza, las causas justas, el dolor y la felicidad de las personas que quiero.

Díga un lugar de Madrid donde encontrar la mujer Verino.

Serrano, 33. Por allí pasan muchas. Y por otras cien direcciones en España, que también podría enumerar.

¿Qué opina de la polémica de las tallas?

Que haya modelos que puedan vestir la talla 36 es un milagro,  porque sólo una de cada millón de mujeres lo puede hacer de forma natural. El problema surge cuando personas que no tienen ni esa edad, ni ese milagro genético, se empeñan a toda costa en alcanzarlo.

Pero las causas profundas de la anorexia no están en los desfiles de moda. Como es desagradable enfrentarse a la verdad, resulta más fácil echarle la culpa a los diseñadores.

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