10 lugares comunes del cine que aceptamos, pero no entendemos

Nos topamos con diez nuevas situaciones del cine a las que nos hemos acostumbrado, pero que en la realidad no suceden. Por JAVIER SÁNCHEZ NAGORE
10 lugares comunes del cine que aceptamos, pero no entendemos
10 lugares comunes del cine que aceptamos, pero no entendemos
10 lugares comunes del cine que aceptamos, pero no entendemos

Es algo superior a nuestras fuerzas. Hace ya unos meses que nos detuvimos un momento a reflexionar cuántas cosas de las que ocurren en el cine no ocurren en la vida real, pero es un tema que no para de merodear nuestras cabezas; algo que, unido a nuestra incontinencia verbal, nos ha obligado a aventurarnos a una nueva entrega. ¿Cuántas de estas situaciones nos resultan más familiares por haberlas visto en el cine que en nuestro día a día?

Esa persona del espejo

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Puede que esté un poco borracho, tal vez drogado, o quizás se acabe de despertar de una pesadilla, pero aquí tenemos a nuestro protagonista en el baño, dispuesto a enfrentarse con sus demonios. El gesto obligatorio es el siguiente: lavarse la cara con energía, apoyar las manos en los laterales del lavabo y quedarse unos segundos mirándose a sí mismo... juzgando, reflexionando, conociendo, entendiendo. La escena puede contar con la variante del vaho en el espejo, vaho que será despejado con la palma de la mano para descubrir una presencia inquietante en el reflejo.

No tiene balas, no me sirve

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Las armas de fuego en el cine suelen tener un número variable de balas que pocas veces se ajusta a la realidad de la pistola en cuestión. Una cosa es segura, si quien dispara se queda sin munición, mirará su arma, maldecirá y la tirará al suelo, total, ¿ya para qué? En el caso de tratarse de una película de John Woo, las balas se terminarán al mismo tiempo para el prota y para el malo en el momento en que ambos se apuntan mutuamente.

No me gustan tus métodos, pero sí tus resultados

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Hay un crimen sin resolver que trae en jaque a todo el departamento de policía de la ciudad. Nadie puede resolverlo... ¿nadie? Espera, hay un policía retirado de métodos dudosos pero inquebrantables principios morales que ya se está encargando del asunto, ya sea porque ahora es detective privado o como simple pasatiempo. La policía puede estar tranquila, porque el tipo en el que nadie confiaba resolverá el caso, no sólo con eficacia, sino también con estilo.

Se está rifando

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Para este ejemplo nos sirven Bruce Lee, Jackie Chan o, más recientemente, Jason Statham. Un puñado de malhechores rodean al protagonista por todos los flancos. Su único objetivo es matarle y se disponen a ello con cuchillos, nunchakus y cadenas, pero nunca lo consiguen. La pobre estrategia de los villanos es la de atacar por turnos, perdiendo su ventaja numérica y haciendo patente su desventaja técnica. Mientras uno o dos son vapuleados por el prota, los demás se dedican a hacer posturitas con sus respectivas armas mientras esperan su turno.

La Ley Stallone

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Hay una máxima en el cine de acción conocida como la Ley Stallone. Esta verdad absoluta afirma que es más fácil que un tipo mate a tiros a veinte personas que que veinte tipos maten a uno solo, pese a estar todos armados. Aunque la ley hace referencia a Sly, hemos preferido ilustrarla con la película en la que más patente se hace la Ley Stallone: Commando, de Schwarzenegger.

Lo veo todo verde

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La persecución en coche tiene sus propios tópicos pero, ¿qué hay de la persecución a pie? El malo, como malo que es, va chocando con la gente en lugar de esquivarlos (así perdería menos velocidad, ¿no?), mientras que el bueno corre detrás frustrado por no poder disparar entre la multitud. ¿Cómo conseguirá despistar al perseguidor? No hay problema, porque en una persecución a pie siempre terminaremos topándonos con un desfile en el que el huido puede infiltrarse. Lo más habitual, claro está, es que el desfile sea de San Patricio.

¡¡Moc, moc!!

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No sabemos a ciencia cierta si se trata de una ayuda sonora para los espectadores con deficiencias visuales o si los tiros van más por ya que tenemos este efecto, vamos a usarlo. Algo así como Homer Simpson con la cortinilla de estrella. Hablamos de la obligatoriedad de que todo camión que haga aparición en la pantalla haga sonar la bocina, ya sea porque está adelantando, porque ha atravesado un cruce, porque el conductor está cabreado, feliz, o porque quería saludar. El Síndrome Moc moc puede aplicarse también a las bicicletas, que siempre aparecerán en plano haciendo sonar el timbre.

Hola, ¿pueden oirme?

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Nuestro protagonista tiene miedo a hablar en público y tiene que enfrentarse a una multitud ayudado sólo por su atril y su micrófono. Inevitablemente, cuando empiece a hablar, el primer sonido que se escuche por la megafonía será el del propio micrófono acoplándose, tapando las primeras palabras del orador. Posibles elementos adicionales: un amigo le había recomendado previamente que imaginase a todos los oyentes desnudos, dando lugar a algún chiste fácil, y alguien entre el público grita ¡¡no se oye!!

¿Quién quiere pasillos?

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Si algo hemos aprendido del cine de acción es que el aire acondicionado es el mejor método para moverse dentro de un edificio o instalación en una situación delicada. Bruce Willis como John McLane es el indiscutible maestro de esta práctica, pero gracias a sus enseñanzas hemos podido ver a más intrépidos héroes moverse a sus anchas por los conductos de refrigeración. Llegan a todas partes, nadie espera que haya alguien ahí, y además proporcionan una posición inmejorable tanto para mirar como para escuchar en secreto.

¡Crac!

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El personaje protagonista se esconde del malo, que parece disfrutar de la situación y sonríe continuamente, mofándose de su miedo y tratando de poner más nervioso al asustado prota. El primero, que había encontrado un buen rincón, cometerá invariablemente un error: tirará una cuchara, estornudará o, nuestra favorita, si está en el bosque, pisará una rama que, al quebrarse, podrá ser escuchada en varios centros de metros a la redonda. Toca correr de nuevo, pero no te preocupes, el malo terminará muriendo empalado.

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