Testigos de la agresión en Torrelavega vieron huir a un hombre "pequeñito", muy moreno y con gorra

La víctima recibió días antes una llamada amenazando con "aplastarle" la cabeza si no dejaba "en paz" a una chica
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Algunos de los testigos que se encontraban en la zona de La Lechera (Torrelavega) en agosto de 2008, cuando un joven fue golpeado en la cabeza con una barra de hierro, describen al supuesto agresor como un hombre "pequeñito", delgado, de piel muy morena, con pantalón corto y una gorra, que salió corriendo "como un gamo" tan pronto como se acercaron y dijeron que iban a llamar a la Policía.

Así lo han explicado varias mujeres que paseaban por la zona en el momento de los hechos, y que este martes han declarado como testigos ante la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Cantabria, donde se juzga a O.M.R.C. y D.D.C. como supuestos responsables de la paliza que dejó al otro joven alrededor de un mes en coma y con secuelas como la pérdida total de visión en un ojo y una discapacidad del 50 por ciento.

La descripción aportada por estas testigos podría coincidir con la de uno de los acusados, O.M.R.C., que además ha reconocido que acostumbraba a llevar gorra; pero no con la del otro, un joven más alto.

También algunas personas comentaron en su momento a la Policía que vieron por los alrededores huir a otro chico, alto y atlético, pero se negaron a prestar declaración o no fueron después localizadas para ratificar esos testimonios en el atestado.

No obstante, el repetidor de telefonía situado en la zona de Aspla, junto a La Lechera, sitúa el teléfono móvil del segundo acusado, D.D.C., en la zona el día de los hechos. El mismo repetidor sitúa también en ese área el número de teléfono con el que se llamó a la víctima para citarle en La Lechera, un teléfono que después fue incautado en el registro de la vivienda de O.M.R.C., tal como han señalado los policías que participaron en la investigación.

En esta segunda sesión del juicio han declarado varios agentes, algunos testigos y también el joven víctima de la agresión al que, en sus palabras, le han "jodido" la vida.

Amenazaron con "aplastarle" la cabeza

En su declaración, el chico, que tenía 25 años en el momento de los hechos, ha explicado que antes del día de autos había recibido una llamada en la que le amenazaron con "aplastarle" la cabeza si no dejaba "en paz" a una chica de Reinosa que le estaba ayudando a abrirse hueco en el mercado cántabro para la firma de productos de peluquería para la que trabajaba, una llamada en la que el interlocutor se identificó como novio de la chica.

El joven se sorprendió por la amenaza, porque no tenía con la chica ninguna relación "más allá" de una amistad, y al comentarlo con la joven, ella le dijo que podía ser un ex novio.

El joven no puede precisar si la voz de esa llamada amenazante se corresponde con la persona que le llamó el 25 de agosto para quedar con él por un posible contacto profesional, citándole finalmente en la zona de La Lechera a las nueve y media de la noche del 28 de agosto, cuando se produjo la agresión.

Llegado el día 28, la víctima acudió a La Lechera. En la cafetería no vio a nadie que pudiera parecer un posible contacto profesional así que salió fuera y llamó varias veces al móvil desde el que le habían citado.

Cuando llamaba por tercera vez a ese número, sintió un "fuerte golpe por detrás" y cayó al suelo sin poder ver a su agresor y sin posibilidad de defenderse. Después, dice que sintió "algo que no había sentido antes", como si estuviera en "una nube".

La consecuencia de la agresión es que le han "jodido" la vida, según él mismo señala. Y es que, tal como ha explicado, trabaja de comercial y ahora no se ve trabajando de cara al público y le cuesta hablar. Además, tiene "fobia" a salir solo de casa, sigue en tratamiento psiquiátrico y si se toma las pastillas logra dormir "un par de horas seguidas", pero si no las toma no puede conciliar el sueño.

"iba a matarle"

Entre los testigos que han declarado en la segunda sesión del juicio hay tres mujeres que paseaban esa noche por la zona y escucharon unos golpes como si estuvieran dando "una paliza" a un perro, así que se acercaron, sobre todo una de ellas, que escuchó "como cuatro golpes" y vio al agresor golpeando a la víctima en el suelo con un objeto que pensó que era un palo.

Entonces, la mujer exclamó: 'Hijo puta, ahora llamo a la policía', momento en el que "el presunto" —tal como le ha llamado la testigo— "echó a correr" como "un gamo". Según dice, era un hombre no muy alto, "muy moreno de piel", con pantalón corto y gorra y, a juzgar por la forma de la agresión, cree que su intención era matar a la víctima. "Para mí, iba a matarle", ha enfatizado.

Las dos amigas que la acompañaban se quedaron más atrás y pudieron ver menos detalles. Una de ellas ratifica que el agresor era "pequeñito y delgado", aunque reconoce que fue "visto y no visto". La Policía encontró después, a unos 70 u 80 metros del lugar de la agresión, una barra de uña con sangre.

Aunque hubo otros testigos que vieron huir por una calle cercana a otro joven "atlético, alto y delgado", tal como ha señalado el inspector que instruyó la investigación policial, no hay constancia documental de esos testimonios, en un caso porque la persona se negó a declarar y, en el otro, porque era un camionero que no se logró posteriormente identificar y localizar.

El teléfono de la florista

Quien sí reconoció fehacientemente a los procesados en un reconocimiento fotográfico es una florista a la que supuestamente le robaron un teléfono móvil utilizado después para amenazar a la ex novia de uno de los acusados.

La mujer ha explicado que O.M.R.C. acudió el 29 de agosto a comprar un bonsái y volvió al día siguiente, poco antes de las tres de la tarde, un momento en el que no hay muchos clientes. El hombre se dirigió hacia el trastero de la floristería, le pidió que le informara de los precios de algunas plantas que almacenaba allí y, mientras tanto, entró otro cliente al que la mujer pidió que esperara un momento para poder atenderle.

Cuando O.M.R.C. se marchó, la florista atendió al otro cliente, al que ha reconocido como D.D.C., el otro acusado. Y una vez se fue también éste, se dio cuenta de que faltaba su teléfono móvil, que dejaba siempre en el mismo lugar del mostrador.

Desde ese móvil se envió después un mensaje a la ex novia de O.M.R.C. que decía: 'qué pena de rostro' 'no querrás acabar con la cara como el otro', un mensaje que, según la Policía, sólo pudo enviar el autor de la agresión, porque nadie más sabía lo que le había pasado a la víctima.

El resto de teléfonos

Ese teléfono robado en la floristería y utilizado para amenazar a la ex novia del acusado fue incautado después en el registro de la vivienda de O.M.R.C., junto a otros cuatro teléfonos más.

Así, según han ratificado los agentes que han declarado en el juicio, también apareció en su domicilio el teléfono con el que se citó a la víctima en La Lechera, un número que fue comprado utilizando un DNI que un joven de Valladolid dejó dos años antes como 'prenda' al alquilar una tabla de snow en Brañavieja. Aunque O.M.R.C. regenta una tienda en Alto Campoo, el joven no recuerda exactamente dónde alquiló la tabla.

Se trata además del mismo número que también empleó alguien para llamar a la ex novia del procesado haciéndose pasar por policía y pidiéndole que entregara su móvil como prueba en un bar de Reinosa.

Los otros tres teléfonos incautados en el registro son precisamente el teléfono de la chica, y otras dos tarjetas a nombre de O.M.R.C. desde las que se habían enviado mensajes a la joven "desprestigiando" a la víctima.

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