Vicent cree que Jesús Aguirre emprendió una "fuga hacia arriba" con la que intentó "regenerarse" de su pasado

El escritor dice que el duque de Alba siempre "ofició" en los distintos papeles que desempeñó
Manuel Vicent
Manuel Vicent
CAJA CANTABRIA
Manuel Vicent

El escritor y periodista Manuel Vicent cree que el decimoctavo duque de Alba, Jesús Aguirre, emprendió a lo largo de su vida una "fuga hacia arriba" con la que intentó "regenerarse" socialmente de un pasado que no aceptaba. Esa "huída" le llevó primero a ser sacerdote, después intelectual y por último duque, papeles en los que siempre "ofició".

Y es que para Vicent, Aguirre nunca dejó de "oficiar"; de sacerdote, cuando lo fue, de intelectual, en la siguiente etapa de su vida, y, finalmente, cuando "se hizo" duque de Alba, "ofició" como tal "mejor que cualquiera". "Él nunca dejó de decir misa", ha apostillado.

El escritor, que presenta esta tarde en Santander su última novela, 'Aguirre, el magnífico', un biografía novelada sobre este personaje "absolutamente fascinante" y que era en sí mismo un ser "de ciencia ficción", ha señalado que la "sensación" que le daba el que fuera marido de la duquesa de Alba es que "huía de su pasado", que "él no aceptó", y que "huía hacia arriba".

Así, y para "regenerarse socialmente" de un pasado que "él creía oscuro", por ser hijo de madre soltera, pasó por esas tres etapas de su vida, "todo en una fuga hacia arriba". Algo que para Vicent no puede considerarse ambición, sino "más bien contradicción" entre "su pasado y sus deseos", ya que no cree que Aguirre ambicionara dinero ni riquezas terrenales.

"Iba dejando atrás tierra quemada", ha explicado el escritor de Aguirre, un hombre que no tenía amigos, en el sentido que comúnmente se entiende, porque, cuando alguien que podía serlo tenía que "entrar en su círculo más íntimo", él "siempre cerraba una puerta" y "cambiaba de amigos".

Según Vicent, Aguirre era un snob y un diletante, también culto, muy inteligente y divertido, folletinesco y "malvado", de "maldad intelectual", que era "lo que se llevaba" en su círculo de amigos. "Ese era el juego y él solía ganar ese juego", ha apostillado.

Como ejemplo, ha puesto el de un Aguirre jugando a "odiar" a alguien que no conoce de nada y que está sentado en la mesa de al lado en un restaurante. "Era brillante" y quizá por eso, y porque era un "ser raro", según Vicent, "enamoró en un primer momento" a la duquesa de Alba, que se movía en un mundo muy distinto de toreros, gitanos o bailaores y que "no se esperaba" a uno que tuviera "respuesta para todo".

Como se sabe, al principio ambos se cayeron "fatal" y después terminaron casándose, pero "él murió solo, abandonado, de palacio en palacio", ha recordado Vicent, quien ha asegurado que en ese su último papel Jesús Aguirre "oficiaba" como duque y "sabía" que lo era, incluso cuando recorría el trecho que separaba su habitación del cuarto de baño, ha bromeado.

Retablo ibérico

El escritor ha explicado que en esta obra trató de hacer un "retablo ibérico" de la última parte del siglo XX narrado "en clave esperpéntica, valle-inclaniana, como de corte de los milagros", porque desde la posguerra hasta el final del milenio "en esta país pasaron muchas cosas" y "dieron la vuelta muchos valores".

Y para hacerlo se ha servido de este personaje "fascinante" que era Jesús Aguirre, aunque sin ceñirse a una "biografía académica" sobre él ajustada a los datos "objetivos" o a los certificados. En suma, se ha "servido" de Aguirre "sin inventar nada", desarrollando "hechos ciertos incompletos" y valiéndose de la "verosimilitud", algo que en la literatura es mejor que la "pura verdad", según Vicent.

Aguirre "animó" la España de esa época y tenía todos las connotaciones para ser "un personaje de novela", de folletín, ha recalcado el escritor valenciano; desde su "oscuro" nacimiento, a su ordenación sacerdotal, su "teología alambicada de Munich", su secularización posterior para "pastorear" a un grupo "elitista intelectual", y "desembarcar" por último en "esa cosa un poco alucinante de la aristocracia española".

"Es evidente que este personaje nunca dejó de oficiar sus cargos", ha recalcado Vicent, que ha explicado que, como "eclesiástico", Aguirre confesó a la burguesía liberal madrileña de los años sesenta, "casó a los progres", bautizó a sus hijos y enterró a sus muertos", y sus "pláticas" eran "acontecimientos" políticos, intelectuales, sociales y religiosos.

Después, "ofició también" en la editorial Taurus, "elitista e intelectual", donde Vicent le conoció "hecho un dandy", luciendo chaqueta blanca y bufanda color fucsia". Y después entró en la casa de Alba y "también ofició de duque".

El escritor, al que Aguirre presentó al rey Juan Carlos como su "futuro biógrafo", ha asegurado que en esta novela lo ha "contado todo", "hasta el punto de detenerme en la pura literatura". Y es que, en su opinión, la "primera regla del arte" consiste en "detenerse a tiempo".

"No hay que insistir, hay que dejarlo todo en ese punto intermedio en que se dice todo sin necesidad de decirlo todo, hasta lo último", ha recalcado. Para Vicent, en esta novela "está todo dicho", a merced del lector, que "lo puede completar". Ha aclarado que no le interesaba "caer en la charca", porque de ser así habría "caído en el chismorreo", algo que no le "interesa en absoluto".

El escritor valenciano, que presenta su novela en la Tribuna Literaria de Caja Cantabria, ha reconocido que es "un riesgo" hablar de Jesús Aguirre en Santander, ciudad en la que vivió y a la que estuvo muy vinculado, porque "mucha gente" que le conoció puede encontrar "exagerado" o, al contrario, "corto", lo que cuenta de él en su libro, "pero esto no es más que literatura", ha resumido.

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