Dieciocho días de revueltas acaban con las tres décadas de Mubarak al frente de Egipto

Miles de personas celebran la marcha del presidente egipcio, Hosni Mubarak plaza Tahrir.
Miles de personas celebran la marcha del presidente egipcio, Hosni Mubarak plaza Tahrir.
Felipe Trueba / EFE
Miles de personas celebran la marcha del presidente egipcio, Hosni Mubarak plaza Tahrir.

Y al 18º día cayó. Después de casi tres semanas de masivas protestas populares el jefe del Estado egipcio durante las últimas tres décadas, Hosni Mubarak, se ha rendido. Una breve comparecencia televisiva de tan sólo treinta segundos por parte del vicepresidente Omar Suleimán anunciaba la renuncia del 'rais':  "El presidente Mohamed Hosni Mubarak ha decidido renunciar a su cargo de presidente de la República y ha encargado al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas administrar los asuntos del país", dijo Suleimán.

Mientras Suleimán, uno de los más estrechos colaboradores de Mubarak, anunciaba así el final de una era, el veterano líder se encontraba en uno de sus lugares favoritos, en la ciudad de Sharm el Sheij, en la península del Sinaí, a orillas del mar Rojo. La renuncia de Mubarak se produjo gracias a una revolución que estalló el 25 de enero pasado y que ha causado unos 300 muertos y miles de heridos. Todavía  están en la cárcel algunos de los miles de detenidos encarcelados por estas protestas.

La presión a la que ha sido sometido Mubarak ha estado protagonizada por centenares de miles de egipcios que se lanzaron este viernes de nuevo a las calles para protestar por la intención del gobernante reiterada en la noche de este jueves en un discurso a la nación de mantenerse en el poder. Tras conocerse la renuncia de Mubarak, las calles de El Cairo se inundaron de una euforia generalizada cuando se supo que, por fin, Mubarak abandonaba el poder y lo cedía a los militares, que se habían ganado el apoyo y simpatía de los egipcios.

Júbilo en la plaza Tahrir

La noticia de la renuncia de Mubarak era acogida con gran júbilo por parte de sus detractores, congregados en la plaza Tahrir, corazón de la revuelta. "¡Somos, somos, somos el pueblo!¡Somos, somos, somos Egipto!", cantaba un corro, mientras unos metros más allá la multitud entonaba el himno nacional. Cantaba el pueblo y cantaba Egipto, en todas las ciudades del país, siempre con una bandera en la mano (los vendedores ambulantes agotaron existencias a la entrada de Tahrir) y con una sonrisa en la cara.

De vez en cuando explotaba en el cielo algún precario fuego artificial, que era celebrado por los presentes entre invectivas contra Mubarak. Sin embargo, el defenestrado presidente "no es más que un símbolo", como decía el profesor El Ansari: "El objetivo no era Mubarak, el objetivo es la democracia". Para un pueblo tan habituado a las decepciones y las derrotas, pero al mismo tiempo tan consciente de su milenaria historia, la noticia de la caída de Mubarak devolvió el orgullo a sus ciudadanos y llenó los espíritus de patriotismo.

La renuncia del presidente sacó a las calles a familias que no se habían atrevido nunca a manifestarse y que se sacudieron el miedo a significarse en público. La mayoría llegaron a pie, procedentes de los barrios más céntricos, pero también en coche (los cláxones no dejarán de sonar hasta bien entrada la noche), motos, bicicletas y hasta en calesas tiradas por caballos. Los tanques se convirtieron pronto en las mejores atalayas desde las que disfrutar de la fiesta. Y resonaron, los "Allahu akbar" ("Alá es grande") de un pueblo profundamente religioso que hoy dio gracias a Dios por devolverle su orgullo. Quizá nadie podría haberlo sintetizado mejor que el joven Mustafa Aid, desempleado: "Hoy comienza una nueva República. Estoy feliz".

Mensajes de prudencia

"Esto es sólo el comienzo", afirmó el premio nobel de la paz Mohamed el Baradei, una de las figuras de la oposición que más se ha volcado en luchar contra el sistema político, tanto dentro como fuera del país. "Tenemos mucho que hacer, hay que crear el país desde cero", advirtió. Los Hermanos Musulmanes, el grupo de la oposición más importante y el mejor organizado, tardaron en reaccionar, pero cuando lo hicieron recalcaron que el paso de este viernes representa "el comienzo de un largo camino", según dijo su portavoz, Mohamed Mursi. Algo parecido señaló también el presidente de EE UU, Barack Obama, que ha subrayado que la renuncia del 'rais' "no significa el fin de la transición, sino el comienzo".

El poder en Egipto está ahora en manos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, según la voluntad de Mubarak. Ese mismo Consejo llevaba siguiendo de cerca la situación desde este jueves, que con su comunicado número 1, desató todo tipo de versiones, incluso la posibilidad de la renuncia de Mubarak, que se produjo al día siguiente. La oposición egipcia confía en que, a partir de ahora, se abra un proceso en el que participen juntos civiles y militares, que conduzca a unas elecciones limpias, en un plazo de varios meses o un año, a partir de las cuales se sienten las bases del nuevo estado.

No parece que la oposición egipcia tenga prisa para ello. Lo único que quiere, según algunos portavoces, es que se haga bien y se terminen las trampas políticas que han manchado la gestión de Mubarak y que, al final, han provocado su caída. "Hemos demostrado tener suficiente paciencia. Hemos esperado muchos años", afirmó el dirigente de la oposición Ayman Nur, el ex candidato presidencial que intentó hacerle sombra a Mubarak en las elecciones del 2005, una osadía que le costó la cárcel.

Esa paciencia estaba llegando al límite en los últimos días. Cada día aumentaba el número de egipcios que salían a la calle para pedir la renuncia de Mubarak y éste, rodeado por todos los frentes, seguía intentando ganar tiempo hasta su proyectada salida, en las elecciones de septiembre. Aún se desconocen cuáles serán los pasos formales que seguirán los militares a partir de este sábado, cuando Egipto amanezca, por primera vez en treinta años, con un poder distinto al que ostentaba Mubarak.

El comunicado de los militares dado a conocer después de la renuncia de Mubarak anuncia que próximamente informará de las medidas que se adoptarán en el plano legal. Pero el mensaje de los militares insistió en el mismo principio que las Fuerzas Armadas han defendido desde que estalló la crisis: "No hay alternativa para la legitimidad del pueblo".

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