El escritor valenciano describe a un personaje que "dormía pensando que era duque y vivía con toda naturalidad en el palacio de Dueñas" Defiende que la duquesa de Alba ha hecho "lo que le daba la gana en esta vida, como si se casa ahora"

El autor Manuel Vicent cree que de no haber sido decimoctavo duque de Alba, "Jesús Aguirre hubiera sido perfectamente cardenal de la Curia romana, si hubiera seguido siendo cura", además "realmente aún cuando se secularizó nunca dejó de decir misa", de modo que "ejerció una misa de intelectuales siendo director de la editorial Taurus y después su gran misa como duque".

En un encuentro con periodistas, antes de presentar este jueves en Sevilla su obra 'Aguirre, el magnífico' (Editorial Alfaguara), Vicent sostiene que "no ha habido un duque más duque que él, pensaba todos los días, incluso durmiendo, que era duque de Alba y lo ejercía como una representación", por lo tanto, "nada mejor que escribir su biografía como novela".

Al respecto, señala que "ahora no se puede concebir un duque de Alba como Aguirre", porque "en la mitad del siglo XX prácticamente cambió todo y ahora la historia va a una velocidad increíble con una dirección que es la alta tecnología y no hay cambio de naturaleza", mientras que "en la segunda mitad del siglo XX en España se dio un cambio de naturaleza tras lo que supuso salir de la dictadura que cambió la sustancia de las cosas".

De hecho, argumenta, "no puede ser nadie así", porque, a su juicio, "ahora sorprenderse no se lleva y cualquier cosa que te digan si te sorprendes es que eres un idiota", en la época de Aguirre "sí te sorprendías como dijo Javier Pradera al afirmar que nunca se podía imaginar que el cura llegaría a duque de alba y Javier Solana llegaría a director de la OTAN".

En este sentido, empezó escribiendo el libro "pensando en hacer un retablo ibérico en el que explicar medio siglo de la historia de España a través de un personaje que fuera una síntesis, no esperpéntica, sino como escapada de la corte de los milagros y lo sintetizará todo". Así, comienza tras una anécdota en la que Aguirre presenta a Vicent como su biógrafo ante el Rey Don Juan Carlos.

De este modo, asevera que en el grupo de amigos de Aguirre, entre los que se hallaban Juan Benet, Javier Pradera, Jaime salinas, Juan García Hortelano o Jaime Gil de Biedma, "se utilizaba la ironía, el sarcasmo y la frase inteligente y mordaz, todo tenía que ser divertido o nada y el libro está en esa sintonía".

"aguirre daba homilías que estaban de moda en madrid"

Según manifiesta el autor valenciano, "en Sevilla hay una representación como duque cuando venía a la Feria o al Palacio de Dueñas, pero Aguirre también daba homilías que estaban de moda en Madrid en los años 60 y en vez de decir que hay que ser buenos hablaba de Ratzinger que era progre y tenía arrodillados a todos los socialistas de Madrid a quienes confesaba".

Así, en un encuentro con Jesús, Manuel le preguntó "cómo llevaba el lujo del Palacio de Dueñas y Aguirre respondía que con toda naturalidad", hecho que "a lo mejor" en la segunda edición ahonda más y cuenta "cuando se casó la Infanta Elena, boda en la que los duques de Alba fueron los primeros en entrar a la Catedral de Sevilla, todos los señores iban de negro, menos el príncipe de Gales, vestido de gris perla, quien se extrañó y entonces Aguirre dijo que el príncipe no sabía que en Sevilla se fundó la escuela tenebrista".

Al hilo de ello, señala que era "un hombre de frases mordaces, malvadas, en ese juego de a ver quién es más irónico, pero él no trataba de conquistar el poder político o económico, sino que trataba de entrar en la sociedad política y al ser director general de música concretaba todo el poder en el palco del Teatro Real en el que se posan muchos cisnes".

Por otra parte, asegura que "no se recuerda nadie que le haya pagado un café en su vida", puesto que él "con el dinero no tenía ni mala ni buena relación, nunca tuvo dinero, no creo que le interesara demasiado y empezó a tener dinero cuando fue director de Taurus, pero vivía en un mundo de gente fina". Al respecto, recuerda "una maldad de Benet que decía que la duquesa de Alba le daba 2.000 pesetas al mes a Aguirre para tabaco".

Casamiento con la duquesa

En otro orden de cosas, Vicent imagina que Aguirre era "un 'rara avis' que entraba en la familia Alba y supongo que entre los hijos levantaría cierta inquietud pensando en lo que decían los amigos de la duquesa". Sin embargo, "no era un cazadotes y su dote principal era el brillo y el esplendor de que se había casado con la duquesa", de modo que "Jesús era todo una sorpresa al salir por la puerta inesperada".

Del mismo modo, precisa que "el grupo de maravillosos cuando ven que Aguirre se va a casar con la duquesa pensó que sus tertulias del café Parsifal las trasladarían al Palacio de Lidia", pero fue "un corte absoluto y al único que permitía ir era a Hortelano, que le daba siempre la razón aunque fuera de una forma irónica".

Asimismo, el escritor defiende que la duquesa de Alba ha hecho "lo que le daba la gana en esta vida, como si se casa ahora" con Alfonso Díez, al tiempo que sostiene que "la moral la llevamos la clase media con pórtate bien, estudia, sé un hombre de provecho, a ver con quien sales"; mientras que "a los aristócratas no les importa nada ni a los de abajo tampoco, la clase media es la que lleva la moral como la cruz de hierro y la duquesa hace lo que le da la gana, como si se casa o no".

El libro 'Aguirre, el magnífico', a los que conocieron al personaje, la novela "les ha parecido divertida y pensaban que me iba a exceder, pero me detuve a tiempo, porque la esencia del arte es saber detenerse a tiempo", concluye Manuel Vicent.