Los 'gorrillas' se reinventan entre bultos y maletas en Barajas

  • Barajas es su nuevo centro de operaciones.
  • Unos trabajan de asistentes personales de los viajeros y otros les alivian el peso.
Patrick, a la izq., ayuda a un viajero a reducir su exceso de equipaje con una de las bolsas de Mohamed.
Patrick, a la izq., ayuda a un viajero a reducir su exceso de equipaje con una de las bolsas de Mohamed.
JORGE PARÍS
Patrick, a la izq., ayuda a un viajero a reducir su exceso de equipaje con una de las bolsas de Mohamed.

Patrick y Mohamed no subirán a bordo, pero recorren a diario las terminales 1, 2 y 3 del aeródromo madrileño con un único objetivo, "buscarse la vida". Son los nuevos emprendedores de Barajas, inmigrantes empujados por la crisis que han visto en el aeropuerto una solución temporal a sus maltrechas economías.

Hasta 60 euros diarios

"La gente viene despistada y muy cargada. Les ayudo con las maletas, los acompaño a facturar y les indico como evitar el exceso de equipaje", explica en un perfecto castellano Patrick Assouan, un hombre de 50 años que, tras más de 20 viviendo en San Agustín de Guadalix, decidió regresar a Costa de Marfil, su país natal, hace tres años. Ahora ha tenido que volver a pisar Madrid "para renovar el permiso de residencia". Y mientras espera "los papeles" se saca unos euros, "hasta 60 al día", a base de patearse las terminales, donde se ofrece como asistente personal de los recién llegados. Nada que ver con el gorrilla que fue una vez cuando desembarcó en nuestro país.

Pero para que Patrick pueda atender a sus ‘clientes’ de la mejor manera posible necesita del avituallamiento que, en forma de bolsas, le proporciona Mohamed. Un argelino al que su hijo le espera en Sevilla mientras él lucha por "tramitar su carné" y poder reunirse cuanto antes con él.

Mientras tanto, este hombre del desierto lleva un año ofreciendo sus productos a los "africanos y latinos" que llegan al aeropuerto cargados hasta los dientes. Las bolsas por las que pide "la voluntad" permiten a muchos de ellos disimular el exceso de equipaje por el que, de otro modo, tendrían que desembolsar cientos de euros. "En cuanto acabe con esto me dedicaré a lo que sé hacer. Soy electricista", dice.

También Patrick tiene claro su destino en cuanto renueve sus documentos. Quiere volver a su país, con su mujer y sus tres hijas. Allí tiene un pequeño negocio de taxis y un picadero con 46 caballos, a los que doma. Pero para poder mantenerlo a flote sigue rascando euros entre las maletas.

Hasta su marcha vive "con unos amigos en Parla" y pasa su jornada laboral al pie de los mostradores de facturación, donde es el más popular. Saluda a todo el personal de tierra (desde azafatas a mantenimiento) y les dedica otro de sus portentosos dones: una voz de infarto.

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