Mas al emplazarse en Alicante le extasiaron las palmeras, y dijo: «Ya no me mueve nadie», y compró un piso en San Blas para habitarlo y escribir por las tardes. Tarea que, «después de la faena», conjuga con su ayuda a un cúmulo de asociaciones. Desde la Apamm (mujeres masectomizadas), donde era contable, hasta el Círculo de Bellas Artes, en el que sigue de tesorera, o el grupo de poesía Creare. De Onil, por supuesto.
Bachillerato y trabajos sociales; platónica amante de Pessoa, su primer cuento, Bolita, lo redactó a los seis años. Sus galardones, en el Institut de la Dona, o «algún premiet de festes», como en la barraca Els Xuanos, la animaron a rematar una novela, El vol del drac. Historias épicas en la imaginaria ciudad de Saranel.la.
Lectora terca «de un libro a la semana» y ex miembro de las filaes Moros, Marrocs y Biscaïns de su pueblo, sus seudónimos eran Pau Nadal, Hilde o Julia Grau, «pel meu estimat Grau de Castelló».
Profunda conocedora, entre otros, de Petri, la barrendera; Antonio, el cartero; Andrés, el de los cupones; Evi, la del estanco; Pedro, el de la joyería; Zaccarìa, del locutorio, o Rassid, bisutero de Oriente, «y del pobre que se pone en la puerta del banco todas las mañanas», sus proyectos «sólo son ser feliz... e intentar la literatura de intriga». belda
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