El forense determina que los dos primeros golpes al cura fueron tan violentos que eran mortales

El informe pericial dice que una de las huellas correspondía a uno de los detenidos, pero la otra pisada "no tiene porque ser de un zapato"
Los dos acusados, separados por sus letrados
Los dos acusados, separados por sus letrados
EP
Los dos acusados, separados por sus letrados

El médico del Instituto de Medicina Legal que examinó el cuerpo del sacerdote fallecido en 2007 ha explicado que los dos primeros golpes que recibió el religioso en el recibidor de su casa fueron realizados por una persona diestra de una "gran fuerza física" situada enfrente suya, de forma "contundente, impactante y sorpresiva", y tan violentamente que "habrían bastado para causarle la muerte, sólo con dejarlo sin asistencia".

Así lo hicieron saber los dos forenses durante su declaración en la tercera sesión de la vista oral que ha tenido lugar este viernes en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial, en la que un jurado popular juzga a Marius N., de 33 años, y Ramona M., de 28 años, ambos de nacionalidad rumana, acusados de asesinar y robar en 2007 a un sacerdote en su casa de Murcia.

En total, los médicos forenses que examinaron el cadáver encontraron hasta diez golpes en la cabeza, tres o cuatro de los cuales eran "mortales de necesidad" y uno de ellos, origen de la última herida, fue realizada con la víctima tendida en el suelo "con casi total seguridad", por el lugar en el que le impactó, en la zona de la nuca.

En el caso de los dos primeros impactos, reconocen que el agresor o agresora actuó con factor sorpresa porque el cura "ve lo que se le viene encima, intenta defenderse con las manos pero no tuvo tiempo de quitarse". Prueba de ello, según el forense, son dos contusiones encontradas en la mano derecha del sacerdote, una de ellas entre los dedos, así como una uña rota, que el médico identificó como "heridas de defensa, no de lucha".

En cualquier caso, los forenses aseguran que la muerte fue consecuencia de los múltiples traumatismos craneoencefálicos. Todas las heridas revelan una violencia "extrema" y que la víctima "desde luego, no murió en cinco minutos, es decir, no fue una muerte rápida", aunque los golpes fueron dados "con una gran vitalidad en un espacio corto de tiempo", concluyó.

Martillo de enlosar

Por la forma de las heridas, el forense interpreta que los golpes habían sido con un objeto "contundente" que se puede manejar manualmente, como un mazo, y que habían sido amortiguados por alguna superficie. Cuando apareció el martillo de enlosar bajo la cama de la habitación del cura, el médico consideró que es el arma "perfecta" para llevar a cabo este crimen.

El cuerpo fue atado con cinta de embalar antes de recibir el último golpe, tipo "garrote", que recibió tumbado en el suelo. Además, los regueros de sangre encontrados en el cuerpo desvelan un movimiento del cadáver antes de estar boca abajo, según revela el examen forense.

En este sentido, el médico indicó que el cuerpo lo habían atado con 29 vueltas de la cinta de embalar, para lo que tenía que estar necesariamente de pie o de rodillas. Tras los primeros golpes, el sacerdote estuvo semitumbado, lo que "permitió darle todas estas vueltas", aunque "caben todas las posibilidades, lo que depende del estado en el que se encontraba la víctima", precisó.

A preguntas del jurado popular, el médico forense descartó la presencia de marcas en el cuerpo del religioso que hagan suponer que el sacerdote fue sujetado por una tercera persona mientras recibía los golpes.

Huellas de pisadas

Funcionarios de la Comisaría General de Policía Nacional se encargaron de analizar en Madrid los reportajes fotográficos de las marcas de pisadas y huellas encontradas en la casa.

En concreto, los agentes de la Comisaría de Policía Nacional de Murcia encontraron, tanto en el recibidor como en la habitación de la víctima, una huella correspondiente a un calzado de mujer de la talla 37 a 39, de una marca determinada. Además, otra huella fue encontrada sólo en el recibidor y era una marca "genérica" de un zapato.

Los funcionarios de la Policía Científica, que comparecieron este viernes en la vista oral a través de videoconferencia, advirtieron que una de las huellas de pisadas dubitadas, coincidía en forma y tamaño con las que llevaba uno de los detenidos.

Según fuentes consultadas por Europa Press cercanas a la investigación, la acusada Ramona M., reconoció en su primera declaración, tras ser detenida, que el modelo de zapato al que correspondía la huella identificada, era suyo. Asimismo, una amiga de la acusada reconoció que había ido a comprar con ella ese calzado a una tienda, por lo que la Policía pudo localizar y comparar el modelo exacto.

Por el contrario, la otra huella "genérica" encontrada en la casa es "muy pequeña" y podría haber sido producida "por cualquier instrumento" y no corresponde necesariamente a unos zapatos, según la Policía Científica.

Por ejemplo, los agentes sopesaron la posibilidad de que se tratara de las huellas de los primeros policías que entraron en la casa, tras el hallazgo del cadáver, porque también presentaban una filigrana de carácter paralelo, pero lo descartaron porque "no se trata del mismo dibujo".

"Si encontramos el calzado que ha producido la huella, podríamos reconocer que se trata de los que han hecho la pisada, pero no coinciden con ninguno de los zapatos remitidos", según los agentes.

Resultado de los análisis toxicológicos

Los agentes de la Policía Científica del Cuerpo Nacional de Policía de la Comisaría de Murcia enviaron numerosas pruebas para analizar al Instituto Nacional de Toxicología, como muestras de sangre, uñas, diversas prendas de vestir, muestras de saliva y de pelo.

La facultativa del Instituto que hoy compareció por videoconferencia en la vista, destacó que ninguna de las muestras recogidas pertenecía a alguno de los acusados.

Además, la sección de Biología y ADN del Cuerpo Nacional de Policía cotejó los restos de sangre encontrados en el martillo de enlosar, en varias colillas de cigarrillos, los guantes de látex arrojados a un cubo de la basura utilizados presuntamente por el agresor, cepillos de dientes y toallas de baño, pero en ninguno de ellos se encontraron restos de ADN de los acusados.

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