Álex tenía once años. Su hermano, seis. Habían pasado la tarde jugando y merendando en casa de la abuela. Mamá regresó de tomar algo con las amigas. Era día de feria en Córdoba. De camino a casa se encontraron con papá. Empezó la discusión. Sonó un ruido seco, o varios. Mamá cayó al suelo. Había sangre. Álex agarró de un brazo a su hermano y echó a correr. Durante años el hijo de Toñi Sánchez -a quien su marido, Guardia Civil, descerrajó cinco tiros en una calle de Córdoba en 2001- sólo contaba “su secreto” a las hormigas.
Los niños huérfanos de la violencia de género, son ya 40 menores en lo que va de 2010, van casi siempre a vivir con los abuelos y pasan bastantes penurias económicas, ya que la mayoría cobran pensiones no contributivas. Además, si la madre fallecida no cotizó, que es lo habitual en estos casos, la ayuda estatal que reciben sus huérfanos apenas rebasa los cien euros al mes, explican en la asociación Beatriz de Hinestrosa, la primera que aglutina a las familias de las muertas por violencia de género.
Y a los problemas económicos de estas familias se unen también los judiciales, pues se dan abundantes conflictos de tutela entre las familias materna y paterna, trastocadas por un cruel crimen. La asociación también critica la falta de asesoría legal de las familias que se deben enfrentar a un juicio por homicidio o asesinato.
Apoyo psicológico
"Lo normal es que estos niños tengan dificultades de adaptabilidad que requieren tratamiento psicológico", explica Antonio Sánchez, psiquiatra experto en víctimas de trauma, que ha tratado a varios huérfanos de la violencia machista. Sin embargo, aún hay protocolos de asistencia de víctimas de violencia de género, como el andaluz, que no incluyen dicha asistencia psicológica a los menores de 0 a 6 años.
Antonio Sánchez ve fundamental el apoyo profesional y familiar para que estos niños aprendan una nueva relación con el mundo. “Si la persona en la que más debes confiar, tu padre, mata a la que más quieres, tu madre, lo normal es que pierdas la confianza en el género humano”, apostilla.
El caso de Álex es un éxito. Él no pasó dificultades económicas -el Estado se hizo cargo de la indemnización por ser su padre Guardia Civil-, tuvo un psicólogo de cabecera durante años, y una familia volcada en su cuidado. Álex no sólo cuenta a las hormigas su “secreto”, ya lo comparte con sus amigos.
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