Luis Mateo Díez presenta el martes 'Azul Serenidad' en la Tribuna Literaria de Caja Cantabria

La Tribuna Literaria de Caja Cantabria acoge el martes a las 20 horas la presentación de Azul Serenidad, la obra en la que el escritor Luis Mateo Díez narra el proceso de superación de dolor por la muerte de seres queridos.

La Tribuna Literaria de Caja Cantabria acoge el martes a las 20 horas la presentación de Azul Serenidad, la obra en la que el escritor Luis Mateo Díez narra el proceso de superación de dolor por la muerte de seres queridos.

Luis Mateo Díez nació en Villablino, León, en 1942. Su primer libro de cuentos, Memorial de hierbas, apareció en 1973.

Alfaguara ha publicado sus novelas Las Estaciones Provinciales (1982), La Fuente de la Edad (1986), con la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura y el Premio de la Crítica, Apócrifo del clavel y la espina (1988), Las horas completas (1990), El expediente del náufrago (1992), Camino de perdición (1995), La mirada del alma (1997), El paraíso de los mortales (1998), Días del Desván (1999) y Fantasmas del invierno (2004).

Sus fábulas están reunidas en El diablo meridiano (2001), El eco de las bodas (2003), El fulgor de la pobreza (2005) y Los frutos de la niebla (2008).

Y todos sus cuentos están recogidos en El árbol de los cuentos (2006).

El libro El reino de Celama (2003) reúne sus tres novelas ambientadas en ese lugar imaginario. Y con 'La ruina del cielo' (2000) obtuvo el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica.

'Azul serenidad o la muerte de los seres queridos' (2010) es su último libro.

Luis Mateo Díez es miembro de la Real Academia Española y Premio Castilla y León de las Letras.

Contar la muerte de los seres queridos para descubrir algo del sentido de sus vidas es el objetivo de un relato escrito desde la inmediatez de unas muertes familiares que, de nuevo, auspiciaron la difícil disyuntiva de la imposibilidad de entender la muerte y la necesidad de comprenderla.

La rememoración de estos hechos de vida, de estos hechos de muerte, donde nada se inventa, quiere también suscitar el rumor de la ausencia que, en su benigna murmuración, ayude a pacificar lo que el tiempo alivia y el recuerdo reclama.

Acostumbrado a la ficción de la muerte, el novelista asume la huella imborrable de la muerte verdadera, y apenas le queda, en esa disposición del consuelo, el modesto poder de una escritura que intenta esparcir para los demás las emociones y los sentimientos de las pérdidas que todos sobrellevamos

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