El catedrático Alfredo Morales analiza en un libro las yeserías de los siglos XVII y XVIII

Marchena, Osuna, Écija, Estepa y Carmona albergan piezas representativas del uso de esta técnica decorativa

El catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla presenta este jueves, con la presencia del presidente de la Diputación de Sevilla, Fernando Rodríguez Villalobos, el libro 'La piel de la arquitectura. Yeserías sevillanas de los siglos XVII y XVIII', donde reflexiona sobre esta técnica decorativas, las corrientes, artistas y elementos que la conforman.

En una entrevista concedida a Europa Press, la obra, que obtuvo el premio de la Sección de Arte del concurso anual de monografías Archivo Hispalense en su edición de 2008, recoge una reflexión sobre "la piel de la arquitectura", pensando que "los edificios no son solo las estructuras, sino también los revestimientos, en este caso, la yesería, que resultan decisivos para su imagen y determinar la espacialidad".

Asimismo, Morales ofrece, según ha explicado, una reflexión de las técnicas de las yeserías desde la extracción del material, hasta el trabajo de superposición a las paredes, incorporando además elementos como la policromía y el acompañamiento de espejos, maderas doradas o telas, para crear "espacios manipulados" donde, en el caso de los edificios religiosos, se condiciona la visión del fiel hacia lo sensible, es decir, "cuestiones no concebibles desde la razón, como los dogmas de la fe".

Por otra parte, se aborda sobre quienes son los autores de las obras, en su mayoría, arquitectos, pero también pintores, escultores e, incluso fuera de Sevilla, orfebres y plateros realizaron diseños de yeserías.

Además, la obra de Alfredo Morales recoge un análisis de los elementos decorativos, el origen de los motivos y la evolución desde la formas de finales del siglo XVI hasta los últimos años del siglo XVIII, cuando se impone la moda neoclásica por parte de los arquitectos, en un intento de mostrar su rechazo hacia "el recargamiento decorativo, típico del barroco", ha resaltado.

Morales, ha comentado que el estudio también ofrece un capítulo con una relación de obras, aquellas que ha considerado más llamativas y representativas de un momento, artistas y de una determinada estética. Del mismo modo, las relaciona con otras realizadas en el entorno, subrayando la importancia que tiene el tránsito de artistas que van de una ciudad a otra, facilitando relaciones con otros centros artísticos como los malagueños, granadinos y cordobes, dando como resultado "un mutuo enriquecimiento" y creaciones originales y particulares.

En referencia a la yesería sevillana de los siglos XVII y XVIII, el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla ha resaltado que el concepto de "lo recargado". En este sentido, ha explicado que la yesería forma parte de un concepto global de ornamentación, que "no es algo añadido o algo posterior del edificio, sino que está el origen de la obra y se ve como una técnica para magnificar toda la arquitectura y enriquecer con cuanto más valores efectistas posible para crear una sensación barroca".

Así, ha añadido que al barroco le interesaba "la manipulación del espectador", además de "lo complejo y lo insospechado", es decir, "cosas que no son habituales para crear una imagen determinada de la religión y la cultura". Incluso, según ha comentado, está obsesión por "lo insospechado" se da en los ámbitos civiles con la competencia entre familias nobiliarias por incorporar las últimas novedades que llegan y trasladarlas a sus palacio, como el caso del de los Marqueses de Peñaflor en Écija (Sevilla).

Piezas en la provincia

Morales, en un recorrido por las joyas de la provincia de Sevilla, ha apuntado la "pieza capital" del trascoro de la Iglesia de San Juan Bautista en Marchena y la "obra fundamental" de San Agustín, también en la misma localidad de la Campiña, que, "además de su riqueza, refleja una forma de trabajar un tanto torpe y popular que le da un atractivo singular".

En Osuna, según ha indicado, se pueden visionar la Colegiata de Santa María de la Asunción o el antiguo Convento de la Victoria. Por su parte, los camarines de la Iglesia del Carmen y el convento de Santa Clara, en Estepa, son también claros ejemplos de la yeserías de esos siglos. Por último, en Carmona se pueden ver en el Convento de la Santísima Trinidad o el de Madre de Dios.

Morales, volviendo a la capital, ha señalado como ejemplos de la yesería "recargada" la Iglesia de Santa María la Blanca, los conventos de Santa Paula, Santa Clara y San Leandro. En este sentido, ha asegurado que "toda la arquitectura conventual que se renueva o modifica a comienzos del siglo XVII suele utilizar la yesería como elemento decorativo y de enriquecimiento, pues al tratarse de estructuras sencillas, los arquitectos alcanzaban la variedad y la riqueza por medio de esta técnica".

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