12 cosas que (probablemente) no sabías de 'La princesa prometida'

Celebramos el reestreno de la historia de Wesley y Buttercup con un informe lleno de esgrima, duelos de ingenio y roedores de aspecto gigantesco. Bueno, y de besos.
La princesa prometida
La princesa prometida
La princesa prometida

Hace más de un cuarto de siglo, un abuelo muy parecido a Peter Falk, el actor de Colombo, le contó a un niño muy parecido a Fred Savage (Aquellos maravillosos años) un cuento de esos de toda la vida, con aguerridos piratas, espadachines justicieros, malvados aristócratas y princesas en peligro. No sabemos si, gracias al relato, el chaval dejó de viciarse con su videoconsola y comenzó a leer un poco, para variar. Pero de lo que sí estamos seguros es de que el cine ganó una de sus películas de culto más memorables, llena de diálogos de esos que uno puede aprenderse de memoria: La princesa prometida, estrenada en EE UU el 25 de septiembre de 1987.

El equipo de CINEMANÍA ha desafiado a las tropas del Príncipe Humperdinck a un duelo a sufrimiento, ha escalado los Acantilados de la Locura y ha sufrido aparatosas mordeduras de los R.A.G (Roedores de Aspecto Gigantesco) para recopilar esta colección de hechos, dichos y rumores sobre el país de Florin y sus habitantes. Como ya hiciéramos con la vida de Groucho Marx, con Robocop y con Matrix, garantizamos que todos estos datos están contrastados... Pero no os fiéis en exceso, porque el cuento de Westley y Buttercup es tan enigmático que ni siquiera se sabe a ciencia cierta quién lo escribió, ni cómo acaba realmente.

¿Quién es ese tal Morgernstern?

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Según los créditos de IMDb, el guión de La princesa prometida fue escrito por el gran guionista William Goldman (Todos los hombres del presidente), quien adaptaba su propia novela publicada en 1973. Pero eso son paparruchas: según nos informa Goldman, su labor en el libro se limitó a editar y resumir el trabajo de Simon Morgenstern, un escritor del reino de Florin que se exilió a EE UU durante la II Guerra Mundial. Según prosigue el guionista, Morgenstern publicó en 1983 una segunda novela, The Silent Gondoliers, ambientada en Venecia. Los rumores según los cuales Simon Morgenstern nunca ha existido, y que La princesa prometida nació como un cuento que William Goldman les contaba a sus hijas antes de irse a dormir son persistentes, no obstante.

Una escena inédita... por correspondencia

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Según prosigue William Goldman (en la foto), Simon Morgenstern y él se llevan fatal. De ahí que, cuando el estadounidense decidió escribir su propio final para la novela (más concluyente y menos abierto que el que todos conocemos), el autor florinense no se lo tomara nada bien. En el libro, Goldman invitaba a los lectores que quisiesen leer dicho final a escribir a su editorial, Random House, para recibirlo a vuelta de correo: los incautos que picaron y enviaron sus cartas recibieron, en lugar del capítulo inédito, una serie de cartas de Kermit Shog, abogado de Morgenstern, anunciando que dicho fragmento no se podía distribuir por razones legales. Puedes solicitar las misivas por correo electrónico a través de la página oficial del libro.

14 años en el limbo

Siendo William Goldman uno de los guionistas más respetados de Hollywood, le faltó tiempo para convertir la novela de Morgenstern en un guión cinematográfico. Dicho libreto circuló por Hollywood desde 1973, pero nadie se atrevía a llevarlo a la pantalla, y figuró habitualmente en las listas negras de mejores guiones sin productora.

A Truffaut le gustaba (y a Redford también)

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El director francés, maestro (bajito) de la Nouvelle Vague, fue uno de los cineastas que quiso adaptar al cine La princesa prometida, pero su versión, que seguramente hubiera sido una pasada, se quedó en agua de borrajas. Otros directores que quisieron hacerse con la historia fueron John Boorman (Excalibur), Norman Jewison (Hechizo de luna), y sobre todo un Robert Redford que también quería ponerse delante de la cámara interpretando a Wesley. No sabemos por qué el actor no logró su propósito, aunque sus conflictos con Goldman durante la producción de Todos los hombres del presidente pudieron tener algo que ver.

Papá Reiner salva el día

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En 1987, Rob Reiner era un director que prometía bastante, tras haber filmado los éxitos Spinal Tap, Juegos de amor en la universidad y Cuenta conmigo. Pero la industria le tenía más en cuenta por ser el hijo de Carl Reiner (foto, a la derecha) un veteranísimo profesional televisivo y autor de la descacharrante Cliente muerto no paga. Y da la casualidad de que papá Carl es un buen amigo de William Goldman. De este modo, el contacto entre estos tres personajes facilitaron que el filme entrase en producción, aunque con un presupuesto de serie B: 'sólo' 11 millones de euros ajustados a la inflación.

¿Quién será la princesa?

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Los castings alternativos de películas de culto siempre son divertidos. Y la lista de candidatas para el papel de Buttercup cumple con la norma: antes de recaer en Robin Wright (conocida por entonces en EE UU como actriz de culebrones), el rol protagonista del filme tuvo como aspirantes a Meg Ryan, Sean Young (la opción favorita de Rob Reiner), Carrie Fisher (la apuesta de William Goldman), a una Whoopi Goldberg empeñada en intervenir en el filme y, pásmate, a la mismísima Courteney Cox, que luego se haría famosa gracias a Friends y a la saga Scream.

El gigante triste

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Uno de los roles más entrañables de La princesa prometida es el de Fezzik, n encarnado por el luchador de catch André el Gigante. El fichaje del atleta francés fue un empeño personal de William Goldman, quien también se había fijado en Arnold Schwarzenegger (primer candidato para el personaje, allá por los 70) y en nada menos que Liam Neeson. Enfermo de acromegalia, André arrastraba graves problemas de salud por entonces, intervenciones quirúrgicas incluídas, y estaba tan débil que no podía cargar ni siquiera con el peso de Robin Wright. Además, su falta de maña dramática era tal que Mandy Patinkin (Íñigo Montoya) le abofeteó en una toma al grito de "¡Concéntrate, Fezzik!", algo que Rob Reiner mantuvo en el montaje final. Pese a todo ello, sus compañeros de reparto conservan un buen recuerdo del grandullón, que falleció en 1996.

"Debo confesaros una cosa..."

¿El mejor duelo a espadas de la historia del cine? Con permiso de Errol Flynn y Douglas Fairbanks, hay quienes piensan que el enfrentamiento entre Cary Elwes y Mandy Patinkin puntúa muy alto en la lista. No sólo por haberse rodado sin dobles ni especialistas, ni por la capacidad de ambos intépretes para propinarse estocadas sin parar de hablar, sino también porque la escena fue rodada en dos decorados idénticos, y simétricos: así, cuando Íñigo y Wesley se confiesan mutuamente que ninguno de los dos es zurdo, el combate podía seguir como si tal cosa manteniendo el raccord de movimiento.

"¡A sufrimiento!"

¿Sabía Reiner lo que hacía, contratando a Billy Crystal para interpretar a Max el Milagroso? Seguramente no, porque el (casi) eterno presentador de los Oscar fue el responsable de el único incidente de importancia registrado durante el rodaje. Y es que Mandy Patinkin se lesionó una costilla cuando filmaban su escena juntos. ¿Fue por una imprudencia de Crystal? ¿Por una acrobacia que salió mal? Nada de eso: la interpretación de Billy resultaba tan descacharrante que Patinkin se hizo daño aguantándose un ataque de risa.

Vengada por la historia

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Estrenarse en EE UU una semana después que Atracción fatal no le hizo ningún favor a La princesa prometida. Mientras el affaire de Michael Douglas Glenn Close amasaba millones, hasta convertirse en el filme más recaudador de 1987, nuestra película obtenía en taquilla la discreta cifra de 46 millones de euros (ajustados). Dicho importe salvó al filme de convertirse en el desastre que algunos habían predicho, pero tampoco batió récords. El verdadero triunfo de La princesa prometida llegó a través de la TV y el vídeo doméstico, medios a través de los que gozó de una gran difusión, convirtiéndose en el clásico de culto que es ahora.

Una banda sonora "al once"

Rob Reiner, fan de los Dire Straits, quería contar con la guitarra de Mark Knopfler para la BSO de La princesa prometida. El alopécico guitarrista de Glasgow aceptó el encargo, pero con una condición: el cineasta debía incluir en el filme la gorra de béisbol que llevaba su personaje de Spinal Tap. Reiner cumplió su promesa, y la gorra de marras puede verse en la habitación del niño Fred Savage. Cuando Knopfler vio la película y constató que estaba ahí, se quedó pasmado: según afirma, su desafío había sido una broma.

'Fans' de honor

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¿Será por la presencia de Vizzini, el maquiavélico siciliano? No lo sabemos, pero según Rob Reiner La princesa prometida cuenta con admiradores entre un colectivo nada esperable: la Mafia. El director cuenta que un día acompañó a Nora Ephron y a Nick Pileggi (el guionista de Uno de los nuestros) a un restaurante frecuentado por chicos listos, en el que coincidieron con el 'capo' neoyorquino John Gotti. Saliendo del local, uno de los guardaespaldas del 'Don' ("idéntico a Luca Brassi, el de El Padrino", puntualiza el cineasta) se dirigió a él diciéndole: "Tú mataste a mi padre: prepárate a morir". Por supuesto, el matón estaba citando la frase más famosa de Íñigo Montoya, pero de primeras Reiner pensó que la cosa iba en serio: "Casi me lo hago en los pantalones", confiesa.

¿Qué pasa con la secuela?

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Cuando la novela original fue reeditada en 1998, con ocasión de su 25 aniversario, un epílogo escrito por William Goldman afirmaba que había una secuela inédita, La hija de Buttercup, que permanecía inédita por problemas legales con la familia Morgenstern. La broma prosiguió en ediciones posteriores, incluyendo hasta fragmentos que nos revelaban, por ejemplo, detalles sobre el entrenamiento de Íñigo como espadachín. ¿Qué ocurre con el misterioso volumen? Según Goldman, que le da reparo prolongar su historia más famosa. Según los herederos de Simon Morgenstern, que el traductor al inglés de esta segunda parte tiene que ser, por narices, un tal Stephen King. ¿La leeremos, o la veremos, algún día?

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