Desde que debutó con Se7en hace ya 15 años estamos acostumbrados a que David Fincher nos muestre sin tapujos el lado más violento del ser humano —por supuesto, sin tener en cuenta El curioso caso de Benjamin Button, donde demostró que todavía había un rayo de esperanza para los mortales—. Su nueva película, La red social, persiste en esta línea, salvo que en ella el realizador norteamericano sustituye la violencia física por la moral. La historia sobre los inicios de la red de redes Facebook —que tanto parece haber molestado a su fundador Marck Zuckerberg— no es sólo el reflejo de una ambición personal, sino el espejo donde puede mirarse por completo una sociedad (la estadounidense) educada en la creencia de que lo importante en la vida es competir sin descanso para llegar a lo más alto.

Nadie se salva, pues, en esta carrera de trepas. Sobre Papá Facebook, un ser capaz de cualquier cosa por sacar adelante a su criatura, planea durante toda la película el estigma de gilipollas, así como una curiosa tendencia hacia el puritanismo made in America; sobre todos los demás, la necesidad de arrimarse a su sombra y sacar una buena tajada.

Casi sin darnos cuenta, ese Zuckerber —magistralmente interpretado por Jesse Eisenberg (Adventureland)— se nos presenta como una versión actualizada y magnificada de otro gran magnate de la comunicación, William Randolph Hearst, a quien Orson Welles retrató en Ciudadano Kane. El papel se ha convertido en red social, Rosebud en una fortuna valorada en 25.000 millones de dólares y los lectores del periódico en 500 millones de amigos/autómatas dispuestos a pasar un día sin pan antes que un día sin Facebook. Con un soberbio guión de Aaron Sorkin y música de Trent Reznor, Fincher firma una de las obras maestras de este siglo.

LA RED SOCIAL. EE UU, 2010 / Dir.: David Fincher / Int.: Jesse Eisenberg, Andrew Garlfield, Justin Timberlake / Estreno previsto: 15 de octubre