Todo lo que aquí no es humano, el río quizá, algunos chopos, resulta sublime en su desolación natural; todo lo que es humano se ha vuelto sórdido, desecho de esta especie de civilización incómoda, según el sentir de algunos, pero tan útil ¿verdad? de cara a las próximas elecciones.
A decir verdad, aquí parece no haber naturaleza ni cultura que preservar, sino una negación salvaje de las dos: de un paisaje socavado por el cemento, negación de la cultura en la nada de los contenedores, del expolio del atrio de la catedral, de la antigua Electra, de los antiguos olivos. Pregunten a los vecinos, dice el alcalde sin percatarse, pobre, que vecinos no hay, en absoluto, tan sólo habitan. Este desecho.
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