«Un hombre con dignidad no cede»

Bebo Valdés mago del piano, maestro del son y señor del jazz latino y del bolero.
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Jorge París
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BIO Es uno de los músicos cubanos más relevantes por su fusión del jazz con la música afrocubana. Su fama resurgió en 2001 con el filme Calle 54, de Fernando Trueba. Después llegó el gran éxito Lágrimas negras, un disco entre el bolero y el flamenco que grabó con El Cigala. Nació hace 87 años, tiene 7 hijos y 13 nietos.

Bebo Valdés ha devorado la vida como al piano, con pasión, altibajos y riesgo. Y ahora, en el pedestal de los grandes pianistas, sólo pide estar sano.

Hoy no lleva las zapatillas de deporte…

Es que voy de traje.

Pensé que las llevaba siempre para salir corriendo de las entrevistas.

¡Oye! (risas).

¿Tengo delante a un niño eterno y muy alto?

Ni contando de atrás para adelante soy un niño. Pero en mi cabeza sí podría serlo, y en mi niñez tengo los recuerdos más lindos, sobre todo de mi mamá. Es lo que más he querido en mi vida.

Y se quedó sin despedirse de ella, cuando murió...

Fue un momento duro. Pero no iré a Cuba hasta que no haya Constitución, así que olvídate. Después de 45 años sin ir [abandonó la isla en 1960 y desde 1963 vive en Estocolmo, Suecia], si espero dos o tres, que son los años que me quedan por vivir... ¡Fuera!

¿Qué cree que pasará cuando muera Fidel?

No tengo nada en contra de Fidel sino en contra del régimen, de todos los dictadores, de izquierdas o derechas. No soy persona de rencores y de odios, pero sé que no hay dictadores buenos o regulares. No pueden serlo si oprimen a las personas.

¿Es usted generoso?

Un poquito más humanitario que ellos, sí. Además, la política no me gusta.

Pero tiene ídolos: Mandela, Gandhi…

¿Tú sabes qué es ganar una guerra sin tirar un tiro? Mira lo que le pasó a Jesucristo, y mira lo que creó. Un hombre con dignidad no cede, aunque le maten.

¿Hay hombres buenos?

No se es bueno o malo; hay gente con carisma y dignidad.

Palabra de católico.

Así me educaron. Las religiones impiden a los hombres que sean malos. Los diez mandamientos son una cosa divina, si no cumpliéramos por lo menos cuatro, seríamos salvajes.

Carlos Santana deseó que a Juan Pablo II le sucediera una papisa, pero salió Benedicto XVI.

Vamos a dejar a Santana tranquilo.

Pues hablemos de santería. ¿Se purificó en Bahía, como le predijo una santera?

Uno nunca se purifica en vida, pero al menos no hago daño a nadie. Mi papá decía que el día que más dinero tengas es cuando más vas a sufrir.

¿Ahora sufre más que antes?

Sí, porque veo lo que pasa alrededor. Habría que ayudar, como hacen Carlinhos Brown o Caetano Veloso, o millones de gentes más.

Baricco dice que la gente cuando baila no puede morir. Cuando se toca, ¿se regalan años de vida?

Algo tiene que haber. Cuando toco tres horas delante de la gente no me duele la espalda ni me canso como cuando toco en casa. Una vez el mar me trajo una semilla que tiene como ojos de buey y que en Cuba se dice que da suerte.

¿Funcionó?

En mi vida me salvé de situaciones pésimas, de gente que me quería apresar, de no tener dinero, de vencerse mi visado, de no tener trabajo… Siempre pasaba algo o venían desconocidos que me sacaban del hoyo.

¿Trueba fue uno de ellos?

Es como un hermano, o como un hijo.

¿Puedo decir que es usted afortunado y feliz?

Sí, pero me gustaría ser feliz como cuando era niño, sin maldad. Cuando creces has de sobrevivir y dejas de ser puro, por bueno que seas.

Tiene siete hijos de tres mujeres, y más de una sigue enamorada de usted…

Ay, una cosa es la simpatía y otra la atracción. Cuando cumplimos 41 años casados, Rose Mary [su mujer desde 1963] y yo fuimos a Brasil. Estábamos en un lugar con unas hembras del carajo, y yo miraba lo bonitas que eran. Y entonces ella me dijo, toda seria: También hay muchos hombres bonitos.

¿Celos?

Yo me acuesto con muchas mujeres, pero con los ojos.

Así que tiene 87 años y sueños eróticos.

Sí, pero para qué. Agua que no has de beber, déjala correr.

En sus tiempos debió de ser todo un seductor. Se llevó al huerto a una joven de 19 años cuando tenía cuarenta y tantos, y no era millonario... Ahora es su mujer.

Era un hombre muy fuerte en todo y daba lo que se necesitaba.

¿Se siente solo a veces en las frías noches de Estocolmo?

Nunca, aunque lo esté.

¿Cómo van los chequeos médicos?

Tuve colesterol y ya no lo tengo; tuve la tensión alta, y ya no la tengo. Me hicieron una resonancia y el médico me dijo lo mismo que me dice mi hijo: «Papá, los coches viejos hay que renovarlos». Mi vida es muy tranquila.

Le deseo muchos más años.

Antes tenía miedo a la muerte y ya no. Ahora pido estar sano, y si no, eutanasia.

En dos palabras

«Nunca canto»

¿Reza? No. ¿Guarda algo debajo de la cama? Nada. ¿Canta en la ducha? Nunca canto. ¿Recibe e-mails? No tengo. ¿Conserva amigos de la infancia? Bastantes, aunque quedamos pocos. ¿Se sonroja si le halagan? No. ¿Un ruido insoportable? No se me ocurre. ¿Pasaría por quirófano por estética? ¡Jamás en la vida! ¿Un viaje que desee? Donde mis antepasados africanos. ¿Derechas o izquierdas? Humanitario. ¿Miente? Si no hay más remedio... Su epitafio dirá... «A Moraima González (mi profesora de piano), de tu eterno alumno Bebo». Le debo lo que soy.

Sin respirar

«No tengo virtudes»

Adora. La luz.

Detesta. A los dictadores.

Teme. Ya nada.

Aspira. A nada.

Colecciona. Música.

Una manía. Sentarme a tocar el piano.

Un defecto. Muchos.

Una virtud. No tengo virtudes.

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