Los ceniceros sobreviven a la ley antitabaco en la UMA

Una resolución determina que se retiren todos los de interior en dos semanas y se mantengan sólo los ubicados en los accesos a las distintas facultades.
Dos chicas fuman en un patio interior de Ciencias de la Educación. Está prohibido, pero hay ceniceros.
Dos chicas fuman en un patio interior de Ciencias de la Educación. Está prohibido, pero hay ceniceros.
Martín Mesa
Dos chicas fuman en un patio interior de Ciencias de la Educación. Está prohibido, pero hay ceniceros.
Aunque a casi nadie le ha pillado por sorpresa, lo cierto es que no todo el mundo conoce los detalles de la recién estrenada ley antitabaco. En algunos centros del campus de Teatinos no está claro dónde se puede fumar y dónde no. 20 minutos lo ha comprobado in situ.Ceniceros

¿Dónde están?: En algunos centros siguen dentro de las instalaciones (Biblioteca General o Derecho). En otros sólo se ha colocado uno en la zona de conserjería (como en Filosofía y Letras, que tiene 14 puertas de acceso a torres de despachos y aulas). La Universidad ha repartido en total 50 unidades.

Puntos negros

Cafeterías: Son las zonas más conflictivas. En el bar de Comunicación y Turismo se fuma abiertamente pese a la prohibición expresa y las regañinas del personal. En el extremo opuesto están Medicina o Filosofía y Letras: los responsables de estas cafeterías dicen que hace días que no tienen humo y en Ciencias ya no barren colillas.

Aseos: Aunque tampoco se puede, son los propios alumnos quienes afirman que se fuma en los baños.

Libre de malos humos

Nadie se queja: Los conserjes explicaron  a este periódico que la ley ha sido bien acogida en los centros. La realidad visible es que en muchos se sigue fumando. Pero nadie protesta.

Sin problemas en los hospitales

Tanto en el Clínico como en el Carlos Haya la nueva ley está siendo bien aceptada. Incluso parece que la vieja costumbre de fumar en las escaleras ha pasado a mejor vida y los fumadores salen a la calle para prender sus pitillos. No obstante, no todos son igual de respetuosos. Según explicó un trabajador del Carlos Haya, hace unos días el vigilante de seguridad tuvo que subir a planta porque un fumador se negó a apagar su cigarro después de que un celador le llamara la atención.

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