El talento de Carlos Berlanga recibe un homenaje en forma de disco y concierto

  • Le puso música a la España posfranquista liderando legendarias bandas como Kaka de Luxe, Los Pegamoides o Dinarama.
  • Ocho años después de morir, su talento sigue inspirando a otros.
Carlos Berlanga, en una imagen tomada en 2001, con motivo de la publicación de su álbum Impermeable.
Carlos Berlanga, en una imagen tomada en 2001, con motivo de la publicación de su álbum Impermeable.
ARCHIVO
Carlos Berlanga, en una imagen tomada en 2001, con motivo de la publicación de su álbum Impermeable.

En esa enorme plaza de pueblo, hecha de ruido, suciedad y baretos, que era el Madrid ochentero, paseaba como un príncipe. La chupa de cuero, blanca, con flecos y colgantes negros. Los intrépidos zapatos de cebra. La mirada huidiza, el gesto despistado y el tupé, casi siempre, apuntando hacia un improbable cielo.

"Es el hijo de Berlanga", decían las madres, que habían visto su figura en los discos y pósters que llenaban la habitación de sus hijos. "Es Carlos", respondían éstos, "el Kaka de Luxe, el Pegamoide, el coleguita de Alaska y Canut". Y tampoco mentían, porque ni Berlanga necesitaba para triunfar apellido ni Carlos renegaba de él para vender rebeldía.

Mucho de todo

Porque Berlanguita, como lo llamaba en sus columnas Umbral, era el suave grito de los nuevos tiempos. Lo tenía todo: era muy guapo, muy alto, muy delgado y con un hoyuelo en la barbilla que, entonces, apenas rivalizaba con el de Santi Auserón. Pero Berlanguita era más, porque con Nacho Canut andaba pariendo los himnos que inmortalizarían esa época. Era el suave grito de los nuevos tiempos.

Bailando decía más del hambre de hedonismo español que mil discursos políticos. Cómo pudiste hacerme esto a mí era una romántica película negra con las luces del televisivo Tocata. Y el riff de guitarra y los femeninos falsetes de Ni tú ni nadie, además de un temazo, anunciaban el grito liberador de la nueva mujer. "Dónde está nuestro error sin solución", se preguntaban los Dinarama, y muchos años después todos nos preguntamos (y cantamos) lo mismo.

Todo había empezado con Kaka de Luxe, el club de poetas malditos que, más que por su único disco (publicado en 1978), fue leyenda por reunir a grandes nombres de la Movida. Después, y ya sólo Berlanga, Alaska y Canut (santísima trinidad de la música ochentera), el salto a Los Pegamoides y el enseñar a España el punk, lo siniestro, lo nuevo. Además, los primeros coqueteos de Berlanga con sus miedos e inseguridades, atrapados en un solitario carácter y endulzados por embriagadoras y peligrosas sustancias.

Los Pegamoides, Dinarama y, dinamitado por los egos, el fin del viaje grupal para iniciar un romántico, tortuoso y solitario camino. El ángel exterminador (1990) recopilaba harturas del poeta sensible, pero apenas un tema, El verano más triste, mereció la atención (y sólo gracias a Miguel Bosé) de un público pendiente de las dolidas estrofas que Carlos, presuntamente, les dedicaba a sus antiguos compinches. Tampoco fue un gran éxito Indicios (1994), que al menos sí mereció el aplauso mediático. No era de extrañar: su música daba un salto a la universalidad (igual versionaba a Vainica Doble que a Antonio Carlos Jobim) y sus letras, escritas con Paloma Olivié, propulsaban su sensibilidad hasta algún planeta perdido.

El refugio

Dicen que precisamente las letras fueron su mayor inseguridad artística. Aseguran, también, que siempre esperó reconciliarse con Canut, a quien añoraba en las tareas de escritura. Por unas o por otras cosas, Berlanga colgó la música y se entregó al dibujo, en el que ya había incursionado en los setenta a través de desmadrados fanzines. De su obra pictórica, poco espacio aquí, pero mucho que decir: los simples y luminosos colores y el ácido humor que recorren las aventuras de las angulosas Olga Zana, Nylon de Kooning o Petri Ficada, protagonistas de sus cómics, muestran a un creador multidisciplinar (aunque, dicen, muy poco disciplinado), cuyo talento también habría retumbado en un mundo lleno de sordos.

Y al final, ¿qué? Eso, el final. Un disco, Vía satélite alrededor de Carlos Berlanga (1997), donde además de Le Mans lo acompañan Alaska y Canut. Con éste, su gran amor artístico, se despidió en las letras de Impermeable (2001), un adiós sofisticado, elegante, definitivo y definitorio. Víctima de un hígado descuartizado, desmejorado en sus últimas fotos, Berlanga murió en 2002 con apenas 42 años. Fue enterrado, en presencia de su padre y hermanos, en el cementerio de Pozuelo de Alarcón. Alaska, Almodóvar (para quien había dibujado el cartel de Átame), Paco Clavel y McNamara lloraron a la persona. Mientras, innumerables acólitos se conformaban con decir adiós a su ídolo.

El satélite sigue girando

Son días berlanguianos: Carlos Berlanga es homenajeado desde diferentes frentes. El primero, en forma de disco: acaba de publicarse Viaje satélite alrededor de Carlos Berlanga, en el que variopintos artistas versionan sus clásicos. El segundo, hoy mismo en la madrileña Joy Eslava, donde esos artistas interpretarán en vivo las canciones. Una oportunidad de sorprenderse escuchando a Bebe el A quién le importa; a Los Planetas, El verano más triste y, cómo no, a Alaska y Canut cualquiera de sus decenas de himnos.

No pases de...

Una película. Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. No es una gran película, pero sí es emblemática: en ella Almodóvar abofetea a la (lúgubre) sociedad del momento e invita, por primera vez, a su peculiar universo. La película de una época, de la era en la que reinó Berlanga. P. Almodóvar, 1980. Divisa, 9,99 euros.
Un disco. 'Indicios'. De manera casi unánime, es considerado el mejor disco del músico. En él se mezclan la devoción y la ironía, la debilidad y la ira, dando como resultado un álbum muy personal. Ecos de Dinarama, dúo con Ana Belén y una maravillosa versión de Vainica Doble para un disco que puede escucharse una y otra vez. Austrohúngaro, 10 euros.
Un libro. Sólo se vive una vez. Esplendor y ruina de la Movida madrileña. Carlos Berlanga, junto a García Alix o Ceesepe le ponen voz al Madrid convulso de los primeros ochenta. Una mirada sincera a una época polémica, al Rock Ola y a otros templos del momento. José Luis Gallero, 1991. Ardora Ediciones. 20 euros.
Mostrar comentarios

Códigos Descuento