Pasando revista a 'Los mercenarios' (II): Lo mejor (y lo peor) de Van Damme

Seguimos homenajeando a los actores más brutos del cine de acción, esta vez con un informe capaz de abrir las piernas en un ángulo de 180º. Por YAGO GARCÍA
Pasando revista a 'Los mercenarios' (II): Lo mejor (y lo peor) de Van Damme
Pasando revista a 'Los mercenarios' (II): Lo mejor (y lo peor) de Van Damme
Pasando revista a 'Los mercenarios' (II): Lo mejor (y lo peor) de Van Damme

Hola de nuevo, reclutas cinemaníacos. ¿Estáis preparados para nuestro repaso al reparto de Los mercenarios 2? ¿Que no, decís? Natural, porque el informe de ayer sobre la carrera de Chuck Norris fue capaz de noquear a un hipopótamo, con su combinación de pelos de paje, barbas estropajosas, presupuestos ínfimos y movimientos de karate asesino. Pero ya os estáis preparando para otra sesión, porque aquí se viene a sufrir y, la verdad, nos importa un pito que aún os encontréis echando el bofe por la boca y viendo la moto con misiles de Delta Force cada vez que cerráis los ojos. Sacad brillo a las botas con puntera metálica, practicad vuestros movimientos más contundentes y repasad esos 167 métodos para matar a un villano con la tarjeta (caducada) del videoclub, porque nuestro segundo homenajeado es otro duro entre los duros: nada menos que Jean-Claude Van Damme.

Procedente, al igual que muchos de sus colegas, del mundo de la lucha profesional, este ex atleta belga (no por nada le llaman 'Los músculos de Bruselas') tuvo una carrera medianamente brillante en el mundo del kickboxing, con 18 victorias por KO en 19 combates. Algo que Jean-Claude siempre ha achacado a su temprana iniciación en el que él considera "el deporte más difícil". Es decir, en el ballet: aunque parezca imposible, Jean-Claude Camille François Van Varenberg se calzó las zapatillas de punta a los 16 años, cual si de un Billy Elliott adolescente se tratara, para no abandonarlas hasta un lustro después. Claro que durante esa época ya simultaneaba los pas de bourée con las artes marciales, y con un culturismo que le llevaría a ganar el título de Míster Bélgica a los 21 años. Su volumen muscular atrajo el interés de los productores en busca de tíos cachas y, tras el obligatorio periplo en roles sin diálogo, comenzó la historia de sus hazañas. Y de su imposible apertura de piernas, también.

Las buenas

Contacto sangriento (1988)

El primer filme que contó con Van Damme como actor 'de verdad' (es decir, con sus diálogos y todas esas cosas) se titulaba Retroceder nunca, rendirse jamás. Pero por más que su título nos parezca precioso, renunciamos a analizarlo en favor de esta burrada testosterónica. Coreografiada, montada y escrita por su prota, Contacto sangriento está basada en la vida de Frank Dux, un estadounidense que afirma haber aprendido en Japón las artes del ninjutsu, y que colaboró en el guión de la película. A qué negarlo, las afirmaciones de Dux han sido bastante cuestionadas por los expertos en artes marciales, pero benditas sean sus trolas si gracias a ellas pudimos disfrutar de escenas tan delirantes como las del vídeo. Recordad, chicos y chicas: para ser buenos guerreros ninja, tenéis que aprender a servir correctamente el té.

Kickboxer (1989)

Alla por 1990 y algo, sólo mencionar el título de este filme en un salón de máquinas recreativas, un gimnasio de barrio o el patio de un instituto provocaba efectos apocalípticos. A saber: efusiones incontroladas de hormonas teenager (es decir, de acné y seborrea), intentos de poner la 'mirada de los mil metros' lucida por Jean-Claude en casi todas las escenas, y sobre todo infinidad de desgarros musculares tras otras tantas tentativas de abrir las piernas en un ángulo de 180º. Con Kickboxer comenzó la leyenda de Van Damme tal y como hoy la conocemos: un guión meramente de circunstancias, nos lleva por escenas de entrenamiento que darían pesadillas al sargento Hartman, técnicas de lucha proscribibles por la ONU (envolverse las manos con cuerdas cubiertas de cristales rotos) y, sobre todo, escenas de lucha apoteósicas. Por favor, no intentéis replicar estas en casa: no queremos perder lectores.

Cyborg (1989)

¿Qué sería de una estrella de acción en los 80 y 90 sin un filme de ciencia-ficción chunga en su currículum? Pues, con Cyborg, Van Damme puede alardear de haber cumplido este requisito con nota de sobresaliente. Para empezar, el director de Cyborg es nada menos que Albert Pyun, el Ed Wood Jr. del cine de tortazos, con una carrera repleta de joyas como Capitán América. Y, para seguir, los personajes de este relato postapocalíptico (filmado, es un suponer, con un presupuesto de dos céntimos y un chicle) están bautizados con nombres tales que Gibson Rickenbacker, Pearl Prophet, Fender Tremolo y Marshall Strat. Vamos, que más que una exploitation de Terminator, la película acaba pareciendo el catálogo de la tienda de guitarras de Wayne's World.

Libertad para morir (1990)

En la cima de su popularidad videoclubera, Van Damme entró en la última década del siglo XX demostrando que, cuando se pone, puede ser más duro que Stallone. Porque, si un año antes 'Sly' había convertido Encerrado en una película con su punto dramático y social, Jean-Claude aborda el género carcelario a su estilo. Es decir, que en lugar de un recluso condenado injustamente, aquí nuestro hombre es un madero canadiense que se infiltra en una prisión infernal para resolver un misterioso crimen a fuerza de yoyas. Por otra parte, Libertad para morir ha pasado a la historia como una de las últimas películas producidas por Cannon Group, esa legendaria factoría de anticlásicos que tantas alegrías le dio a Chuck Norris.

Doble impacto (1991)

A estas alturas, Jean-Claude había demostrado que ningún desafío marcial estaba por encima de sus capacidades. Tocaba, pues, enfrentarse a un desafío dramático: interpretar a dos gemelos separados al nacer. El impacto de ver el cuerpazo de nuestro hombre duplicado en la pantalla no sólo le reportó un enorme éxito de taquilla en EE UU y una crítica favorable (aunque a regañadientes) del mismísimo Roger Ebert, sino también un Premio MTV al Actor Más Macizo. ¿Hemos comentado que, durante los primeros 90, Van Damme se convirtió en un icono para el sector más anabolizado del mundo gay? Pues oye, en algo debió influir eso...

Soldado universal (1992)

Si le practicásemos un test de empatía Voight-Kampf a un aficionado al cine de acción, nuestra cobaya humana podría responder de dos formas a las palabras "Van Damme": una de ellas sería Kickboxer, y la otra, el título de esta película. Porque aquí, bajo la dirección del aniquilador Roland Emmerich (Independence Day, Godzilla, Stargate), nuestro belga se encontró con otro intérprete igual de rubio, cachas y malencarado que él, con quien acabaría coincidiendo en Los mercenarios 2. Hablamos de Dolph Lundgren, junto a quien nuestro hombre protagoniza una historia de veteranos de Vietnam (uno bueno y otro malo) resucitados mediante ingeniería genética. Ah, y también una sonada, y amañada, trifulca en la alfombra roja del Festival de Cannes: seguramente, el momento más excitante vivido en el certamen francés desde el estreno de Los 400 golpes.

Blanco humano (1993)

Instalado en Hollywood para quedarse (o eso creía él), Jean-Claude tuvo el honor de protagonizar el debut estadounidense de John Woo. Si desconoces el nombre de este buen señor de Hong Kong, te ordenamos que primero hagas doscientas flexiones, y que después le eches un vistazo a este tremendo plano secuencia de su Hard Boiled para entender por qué se le considera uno de los más grandes directores de acción de todos los tiempos. En honor a la verdad, este remake inconfeso de El malvado Zaroff (la película por excelencia sobre cacerías humanas) no resultó el hito cósmico que muchos esperaban, pero en ello tuvo mucho que ver el que la productora exigiera 20 montajes para tener contentos a los censores de la MPAA. Y el hecho de que Van Damme, en plena borrachera de ego, obligase a Woo a incluir más primeros planos de su jeto, también.

Street Fighter: La última batalla (1994)

"¡Un momento!", clamará algún fan indignado. "¿Cómo se os ocurre incluir este despropósito videojueguil en lugar de clásicos inmortales como Timecop o Al límite del riesgo?". Pues por varias razones: recordar el subidonazo que supuso ver en forma de película ese videojuego que tanto daño hizo a nuestras economías púberes es la primera de ellas. Por otra parte, el recuerdo de Raul Juliá diciendo aquello de "para ti fue el día en el que arrasé tu aldea, para Bison era martes" con un cóctel en la mano nos emociona mucho. Y, para terminar, la estampa de Jean-Claude, todo él tatuajes, laca y camuflajes, departiendo con toda una Kylie Minogue resulta demasiado tentadora como para no mencionarla aquí. Además, cuando jugábamos a la maquinita siempre nos cogíamos a Guile: ¿pasa algo?

Van Damme, soldado de fortuna (1998)

Durante la segunda mitad de los 90, se hizo bastante evidente que Jean-Claude no pasaba por su mejor momento. Con una adicción a la cocaína galopante, que le dejó prácticamente en la ruina y acentuó un carácter ya de por sí excéntrico (causado, como se supo más tarde, por un desorden bipolar no diagnosticado), el musculitos bruselense pasó a lucir un físico cada vez peor y a embarcarse en proyectos que bordeaban el disparate. Claro que hay disparates y disparates, y este filme ambientado en el Marruecos colonial pertenece a la categoría reina del asunto: quién iba a decir que los muchachos de la Legión Extranjera también sabían de patadas voladoras, oye.

JCVD (2008)

Cuando todos te dan por acabado, cuando tus finanzas personales están por los suelos, cuando tu filmografía no ha parado de generar truños durante una década y cuando tu tabique nasal está a punto de ser declarado zona catastrófica... ¿Qué puedes hacer? En el caso de un simple mortal, tratar de salir del pozo como sea. En el caso de Van Damme, reconocer todo eso delante de una cámara, y obtener gracias a ello las mejores críticas de tu carrera. A medio camino entre el cine experimental, la acción y el drama desgarrador, JCVD es la única película de este informe en la que el mayor hito no es una rutina de kickboxing o una apertura de piernas, sino un monólogo de seis minutos en el que Jean-Claude lo cuenta todo sobre su divorcio, sus problemas psiquiátricos y de drogas, y sobre el mal estado de su carrera. Cuando descubrimos que Van Damme había improvisado dicho soliloquio, así como la mayoría de sus diálogos, sentimos cómo el mundo se desplomaba en torno a nosotros.

La mala

Double Team (1997)

Imagina que eres productor de cine en los 90. Por avatarse del negocio, dispones para tu próxima película de un Van Damme aún en buena forma, y del gran Tsui Hark (otro grande del cine de acción de Hong Kong) como director, así como de un presupuesto estimable. Una persona cuerda compondría con estos mimbres una buena película de tortazos, pero los responsables de Double Team prefirieron incluir en el potaje a Dennis Rodman. Exacto: ese jugador de basket conocido por tener un carácter de perros, vestirse como una drag queen y haber tenido un rollete con Madonna. Estamos seguros de que, llegado el caso, la propia 'Madge' hubiese hecho un mejor papel que su ex en este megabodrio.

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