Entre los reproches que le hace un carismófilo no están la miseria de las pensiones y ayudas sociales o la lentitud de las listas de espera, sino ‘fallas en cuestiones claves’ como las ansias anexionistas de Galicia (El Bierzo), Euskadi (Treviño) o Asturias (Valdeón o Sajambre). Me avergüenza no sólo desconocer tales cuestiones sino además lo poco que me importan, pero he aprendido lo que es el carisma.
Como, a pesar de oír ese vocablo docenas de veces por día no sé lo que significa, acudo al DRAE, acreditado refugium pecatorum de ignorantes y allí leo: «Don que tienen algunas personas de atraer o seducir por su presencia o su palabra» y en mi memoria aparece el repugnante personaje ‘carismático’ que pastoreó a este país llamado España, para imborrable vergüenza nuestra, durante cuarenta años y cuyo verbo y galanura explican su éxito, y reconozco que, afortunadamente, Herrera no tiene carisma.
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