Marina y Adriana

Marina tiene cuatro años y Adriana, 11. Son hermanas inseparables y están pasando la tarde en un centro municipal del barrio de La Elipa.
Marina es tímida. Al principio asiente y niega con la cabeza en lugar de hablar, pero luego se suelta. Antes de la entrevista estaba jugando con otros niños.

En medio de una pregunta vienen todos, incluida Adriana. Se ponen en corro para oír las respuestas. Marina enmudece y no habla hasta que se van.

Marina habla de Adriana

Mi hermana Adriana es grande. Es muy mayor y sabe mucho. Quiere ser profesora.

Jugamos al pilla-pilla. Se la liga ella, yo corro mucho, pero me pilla siempre. También jugamos al corro de la patata y a dar volteretas.

Se enfada conmigo cuando le digo a los demás sus secretos. Se va a su habitación, cierra la puerta y creo que se pone a estudiar.

Adriana pinta muy bien, sobre todo los corazones. Me gusta jugar con ella, porque sabe jugar.

De mayor quiero ser igual que ella.

Adriana habla de Marina

Le digo que seré profesora porque me gusta enseñarle cosas nuevas, pero quiero ser actriz.

Hoy tuvo una pataleta a la hora de comer porque no tenía hambre. Le gusta todo, pero come poco y mi madre tiene que pelear con ella.

Cuando se enfada se va a algún rincón de la casa, y no quiere hablar con nadie. Luego se le pasa y vuelve como si nada.

Mira la tele y dice el nombre de la gente: Rocío Jurado, Benedicto XVI... ¿Cómo sabe quiénes son?

Cuando me echan la bronca, sale a defenderme.

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