'Body modification': quiero ser otro

Se decoran el cuerpo hasta la mutilación. No les importa el dolor de centenares de horas de quirófano. Quieren deformarse para ser otros... ¿Es el último ritual en una sociedad sin rituales o un simple ejercicio de vanidad? Hablamos de ‘body modification’, la más radical forma de alteración personal.
El hombre lagarto
El hombre lagarto
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El hombre lagarto

«Tu cuerpo es lo único que es tuyo de verdad», comenta Mariona Huertas, directora de Ozono, uno de los gabinetes de piercing más afamados de España. Catalana establecida en Bilbao, Mariona, de aspecto frágil, cubierta de tatuajes y con lóbulos ampliamente distendidos, ha recorrido Europa y América investigando, documentándose y aprendiendo acerca de lo que es la pasión de su vida: modificar y embellecer el cuerpo humano. De pequeña quería ser astronauta, pero ahora cuelga en las paredes de su gabinete 28 diplomas que le habilitan como una de las piercers más técnicas de nuestra geografía. «He dedicado mi vida y treinta años de deuda con el banco», concluye bromeando.

«La voluntad de alterar el cuerpo surge por muchas razones: estética, pertenencia a un grupo social, ansias de experimentar, rebeldía, anomia social, falta de satisfacción personal…», explica desde su consulta londinense la doctora Ana Aguirregabiria, especialista en body modification. «A veces se empieza por unas razones que luego evolucionan, como las personas que han sufrido accidentes o quemaduras o los que han nacido con malformaciones como el paladar deforme».

«La idea de decorarse y pertenecer a un grupo después de un ritual se está extendiendo por la falta de rituales de pertenencia en la sociedad actual». Aguirregabiria se refiere a «rituales establecidos por las distintas religiones que marcan el paso del tiempo con una celebración. En los católicos, los rituales de pasaje tienen lugar por medio del agua en el bautismo, compartir el cuerpo y la sangre en la comunión, rito que determina el uso de razón, el matrimonio... Al perder importancia y hacerse menos visibles los ritos, se incrementa la trascendencia de pertenecer a un grupo con símbolos externos. Un piercing o un implante te sitúa en un grupo diferente, una tribu con la que compartes una serie de valores diferentes: lealtad, comportamiento...».

Sólo hay perversión cuando hay violencia

Hace un par de décadas que tatuajes y piercings se han convertido en cotidianos en discotecas, escuelas, bancos y ministerios: lo mismo que pones chapas y tachuelas a tu chaqueta, tienes pleno derecho a modificar, embellecer, adornar, deformar y experimentar con tu propio cuerpo. Pero mientras los aretes en las orejas e incluso el proverbial diamantito en el ombligo se consideran atractivos y deseables, implantes subcutáneos, lóbulos distendidos y lenguas bífidas siguen asustando al ciudadano de a pie.

Los científicos, al contrario, huyen de toda reprobación y sólo establecen un límite para definir la perversión. El sociólogo inglés Jeffrey Weeks asegura que sólo hay perversión cuando algo se ejerce con violencia impuesta contra otro. «Piercings, tatuajes o implantes no indican desajuste psicológico», confirma la doctora Aguirregabiria. Sólo «implican la pertenencia a una tribu o grupo psicosocial específico» y, a veces, «la intención de llamar la atención hacia maneras de vivir alternativas, fuera de la norma».

Empeñado en popularizar estas prácticas desde hace cuatro décadas, el estadounidense Jim Ward, considerado el abuelo del piercing contemporáneo, fundó en 1975 Gauntlet, el primer gabinete profesional de la especialidad, convertido luego en academia y modelo a seguir. «Me ha servido para ganarme la vida y para dar a conocer al mundo las maravillas del piercing», declara en sus notas autobiográficas. Ward había descubierto el piercing dentro de la comunidad gay neoyorquina, entre motos, sexo y cuero negro, en una época en la que todos estos temas eran algo más que tabú. Hablamos de los años 60, cuando taladrarse pezones y orejas era impensable, propio de marineros e indígenas de la Polinesia. Ward tuvo que inventarse él mismo y descubrir las técnicas más efectivas, hoy copiadas en todo el mundo.

En 1998, Mariona, harta de dar vueltas a su limitada habilidad de autodidacta, se trasladó a Los Ángeles a estudiar un curso de Ward. Allí aprendió mucho, trabó amistad con el director y aprendió uno de sus eslóganes: técnica moderna, alma primitiva. «Jim fue el inventor del concepto modern primitive», explica la catalana. «El body piercing es una tradición milenaria pero continuamente surgen técnicas y materiales nuevos. Los rastros prehistóricos más antiguos encontrados en Europa, en Austria y Suiza, tienen 5.300 años comprobados tras la prueba del carbono 14, y ya muestran joyería de dilatación y tatuajes».

Mariona cita de memoria dos versículos de la Biblia en los que se habla de piercing y tatuajes: Génesis 24:47 y Levítico 18:28 y es un verdadero río de anécdotas y conocimientos interesantes. El piercing en la lengua, tan de moda entre gente que ni sabe lo que significa, tiene un origen ritual, explica. «En las culturas precolombinas se atravesaba la lengua para que la sangre cayese sobre la tierra y brotase el maíz». Las primeras que lo adoptaron en los tiempos modernos, prosigue Mariona, fueron las prostitutas de Los Ángeles, según las investigaciones de Elayne Angel, también alumna de Gauntlet y responsable de popularizar esta modalidad.

Hombre Lagarto, Carnal Art...

Steve Haworth es otro de sus maestros. Considerado el padre del moderno body piercing, «su familia fabricaba material quirúrgico y él, que era un poco más freak, recondujo el negocio hacia el body piercing», dice su alumna. Es un norteamericano tan alto como hábil que ha convertido en realidad los sueños y las manías de casi todas las estrellas del body art más alternativo y es el protagonista del impactante documental Flesh and Blood, del director Larry Silverman, cuyas cámaras siguieron la actividad de Haworth durante cinco años.

«No es que haya rechazado el aspecto y la forma de vida convencionales, es más bien que he buscado mi propio camino», dice el Hombre Lagarto, The Lizard Man, paciente de Haworth y una de las grandes estrellas de la modificación corporal: casi 700 horas de tatuaje, lóbulos distendidos hasta un diámetro de dos pulgadas, el tabique nasal taladrado más de un centímetro, cinco implantes subcutáneos sobre cada ceja, cinco dientes delanteros afilados en punta y la lengua partida en dos han convertido en un ser único a Erick Sprague, estudiante de doctorado en Filosofía de la Universidad de Albany, Nueva York. Ahora Erick se dedica al mundo del espectáculo y a su grupo de rock, Lizard Skinard, tiene su propio festival de música extrema y vive en Austin-Texas, con su mujer y sus hurones.

«Mis preferencias en relación a mis modificaciones corporales y mi carrera en el espectáculo deben ser entendidas como mi búsqueda personal de lo que me hace feliz, lo que pasa es que son cosas un poco diferentes de las de la mayoría de gente. Mi objetivo es mi trabajo como artista y entretenedor», explica. La elección de Erick de cambiar su físico obedece únicamente a sus inquietudes artísticas, pero el Hombre Lagarto es crítico con los convencionalismos: «Mucha gente con formas de vida más convencionales parece que deja a los demás, incluso a la sociedad, decidir por ellos y no se preocupa de buscar opciones fuera de lo comúnmente aceptado».

La concepción del cuerpo humano como obra de arte en sí mismo frente a la mera representación tradicional procede de los años sesenta. La francesa Orlan ha definido su Carnal Art como «autorretrato en el sentido tradicional pero llevado a cabo a través de las posibilidades tecnológicas». Sus fotos antes, durante y después de sus innumerables operaciones de cirugía plástica han dado varias veces la vuelta al mundo llenando de escalofríos a los pusilánimes y de ideas contrapuestas a filósofos, críticos y pensadores. Justo lo que pretendía la artista: «El cuerpo modificado se ha convertido en un lugar de debate público».

Orlan enfrenta su Carnal Art a los estándares establecidos: se opone a las convenciones que constriñen al cuerpo humano y la obra de arte, explica en su manifiesto. El australiano de origen griego Stelarc es otro artista conceptual y performer que se ha implantando una oreja en el antebrazo, literalmente por amor al arte.

Genesis Breyer P-Orridge, conocido en el mundo del rock como frontman de los radicales Throbbing Gristle y Psychic TV, es artista conceptual y provocador profesional. Cuando conoció a su segunda esposa, Jayne Breyer, Genesis —cuyo verdadero nombre es un vulgar y corriente Neil— quiso fusionarse en un solo ser con ella y entró en el quirófano para implantarse pómulos y afinar su nariz con objeto de parecerse lo más posible a su amor. Decoloración y planchado del cabello y, como cualquier starlette televisiva, implantes de pecho vinieron a continuación. La idea era la creación de un nuevo género: la pandroginia. «Una vez superamos la idea de que el cuerpo humano es un fruto acabado de la evolución, las posibilidades acerca de qué podemos llegar a ser son maravillosas».

Pete Burns: de cantante pop a estrella de ‘realities’

Musculoso, pomuloso y vestido de modo tan sexy como extravagante, Pete Burns es una estrella pop y una celebridad televisiva en el Reino Unido, su país de origen. Y también una muestra viviente de lo que la cirugía estética puede llegar a conseguir. Líder de Dead or Alive y competidor de Boy George, Marilyn Manson, Grace Jones y Annie Lennox en la moda andrógina de los años ochenta, ha conseguido superar todos los estereotipos y papeles que la sociedad y la naturaleza imponen a la persona: ni hombre ni mujer, ni guapo ni feo… Aunque eso sí, más listo que tonto: su inusual aspecto le ha convertido en asiduo de tertulias y realities televisivos, lo mismo que su mordacidad y sus problemas con el quirófano. La foto de sus implantes labiales rezumando pus circula por internet desde hace tiempo.

No conseguimos hablar con él, pero sí con su amigo personal, el fotógrafo Gozra Lozano, nacido en Canarias y establecido en Londres desde hace una década. «El aspecto de Pete provoca reacciones muy fuertes: detestado por muchos, es adorado por otros por ser creativo e individual. Todo el que sigue su propia evolución personal y decide no seguir la norma estética convencional tiene mi respeto», opina. Mariona Huertas, que es la única española miembro de la Association of Professsional Piercers, añade: «La actitud de la gente es diferente. No es lo mismo los niños que te miran cuando esperas el bus delante de un colegio que las miradas de disgusto cuando te cruzas con una pareja de jubilados». Mariona nota que la gente tiene tendencia a tocarse sus orejas cuando entra en contacto visual con sus lóbulos distendidos.

En el Libro Guinness de los Récords descubrimos a muchos campeones de la modificación corporal, personas únicas y quizá extrañas que se atrevan a saltarse a la torera todas las reglas de la estética, el confort y el buen gusto establecidos. Cathy Jung, norteamericana de 60 años, ha conseguido con ayuda de los cordones y ballenas del corsé, una cintura de 15 centímetros: la más fina del mundo. La situación y forma de sus órganos dentro del artilugio ha sido objeto de debates médicos. Elaine Davidson es una inglesa que se hecho famosa por sus más de 3.000 piercings, todos visibles con ropa de calle excepto los 500 de sus genitales. Kala Kaiwi, con profusión de implantes, recortes y agujeros se ha convertido a sí mismo en una de las criaturas de La isla del doctor Moreau. La Mujer Tigre y el Hombre Leopardo viven  en Arizona y Escocia y se llaman Katzen y Tom Leppard. Y El Enigma se llama Paul Lawrence y vive en Seattle. Ha aparecido en vídeos musicales y películas, tiene su propio grupo de rock y su cuerpo se ha convertido en un puzle de 5.000 piezas después de que trabajasen en él 200 tatuadores. Sus cuernos parecen los del mismo Satanás. ¿Qué es mejor, dar miedo a los niños o dar asco a las viejecitas?

Vanidad, no reconocerse en el espejo...

«Algunas de estas personas sufren dismorfofobia o miedo a tener una deformidad. En busca de una apariencia mejor acaban haciéndose demasiadas intervenciones estéticas con resultados un poco extraños, como era el caso de Michael Jackson o de las mujeres que se hacen implantes de pecho de tamaño desproporcionado», dice la sicóloga Aguirregabiria. Para los partidarios de la cirugía estética, la razón fundamental radica en «modificar partes de nuestra anatomía que no se ajustan a nuestra idea de belleza», comenta Gozra, que trabajó anteriormente como maquillador. «La vanidad pesa en este tipo de decisiones, pero si nos ponemos un poco mas analíticos, podemos llegar a conclusiones de felicidad personal o aceptación social. Otros individuos no reconocen a la persona que se refleja en el espejo, una sensación parecida a los que no se sienten identificados con su propio sexo. Pete Burns pertenece a esta segunda categoría».

«Dolor y sufrimiento existen sólo hasta cierto punto: hay muchos piercings y transformaciones que se hacen bajo anestesia. Los casos extremos, como el cambio de género, implican tratamientos muy extensos de los huesos de la cara (mandíbula, por ejemplo) que pueden ser muy dolorosos. Sin embargo, las personas que los afrontan piensan que es un precio pequeño a cambio de los grandes beneficios que supone para ellos verse transformados», informa Aguirregabiria. Mariona habla de endorfinas y afirma que «el 99,9 por ciento de los que vienen a mi consulta no quieren sufrir dolor. Precisamente lo que te enseña la técnica es a causar el menor trauma físico y psicológico».

Orlan, por su parte, es partidaria de la anestesia. «Vive la morphine!», exclama en su idioma natal. «Puedo observar cómo abren mi cuerpo sin sufrir y puedo verme por entero, incluyendo mis vísceras. Puedo llegar a ver el corazón de mi amante, que no se parece en nada a la forma simbólica con que normalmente se le representa. “Cariño adoro tu bazo, adoro tu hígado, adoro tu páncreas y la forma de tu fémur me excita”, puedo decir».

Llegar a conclusiones es tarea difícil: a muchos les disgustan estos caprichosos existenciales que han hecho de sí mismos seres diferentes de todo lo humano y lo divino. A otros nos dejan boquiabiertos. Lo único que está claro es que no hay límites para la imaginación humana y que la libertad sigue siendo uno de los bienes más preciados del individuo pensante y sensible.

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