Los últimos en crearse han sido una floristería, en la calle Villavieja, y el restaurante L’Atelier d’Alacant, en la calle San Nicolás. A estos dos comercios se suman la única inmobiliaria del barrio, en la calle San Agustín; una tienda de moda, en la plaza de la Santísima Faz; otra de ropa, en la calle Santos Médicos; un taller de cerámica, en la calle Cisneros, y otra más en Montegón. Asimismo, un estudio de arquitectura, una copistería, el restaurante L’Ham, la tetería Waslala y el restaurante Mare Meua.
Los próximos negocios que se abrirán serán una tienda de alfarería, en la calle Mayor; un centro estético, en la plaza Abad Penalva, y un casa de alimentación, en Argensola.
También habrá un hotel con encanto en la plaza de Quijano, el segundo del Barrio.
El modelo a seguir por el Patronato, según fuentes municipales, «es el casco viejo de Santiago, donde durante el día es posible comer, comprar un libro, una jarra de Sargadelos o simplemente pasear, mientras se toma una copa tranquila».
«Hay dejadez», según los vecinos
La presidenta vecinal del Barrio, María Dolores Peretó, saluda «este cambio», aunque opina que «debe acelerarse», porque «se han creado muy pocos locales en demasiados años». Peretó habla de «dejadez» y reclama «un plan de urgencia para sanear ya el distrito», con casas en ruina «que se caerán hoy o mañana por la especulación de sus dueños». A su juicio, «todo va a cámara lenta» y «se nos puede pasar el tren» porque «siguen sin obligar a los dueños a que edifiquen».
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