Unas 600 mujeres reciben un diagnóstico de cáncer de ovario cada año en la Comunidad.
Casi la mitad morirá. Este tumor es menos frecuente que el de mama, pero es más letal porque no da síntomas concretos, lo que dificulta su diagnóstico (suele detectarse en estadios avanzados).
El grupo de investigadores Geico, en el que participan oncólogos de La Fe, el Instituto Valenciano de Oncología (IVO) y el hospital Clínico, trabaja para adelantar la detección mediante tecnología proteómica (análisis de proteínas) y en tratamientos biológicos para frenar el tumor, por poner dos ejemplos que se expondrán en la jornada que se celebra hoy en Valencia y a la que asistirán unos 250 especialistas.
Más mayor, más riesgo
Al ser la incidencia del cáncer de ovario relativamente baja y no existir un perfil claro de enferma potencial, a ninguna sanidad pública le compensa realizar pruebas sistemáticamente. Además, no hay diagnósticos precoces eficaces. La cosa cambia si la mujer tiene antecedentes familiares, varios y directos. Si, a través de un análisis, se descubren mutaciones hereditarias que predisponen al tumor, se puede recomendar incluso la extirpación preventiva de ovarios y útero; por tanto, se renuncia a la maternidad, aunque excepcionalmente se conserva un ovario (si está sano), hay un buen pronóstico y la mujer es joven, pero este cáncer «no es habitual a edades fértiles», dice Belén Ojeda, de la junta directiva del Geico (la incidencia es mayor a partir de los 55 años y si no se ha sido madre).
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